jueves. 28.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Mientras el gobierno español pasa de las previsiones pésimas del Fondo Monetario Internacional (FMI), haciéndose el sordo o poniéndolas en duda, su director gerente Dominique Strauss-Kahn, lejos de abandonar lo que es una evidencia, menos para los políticos en el poder a los que no les afecta para nada la crisis, sigue alertando que las medidas han de ser más contundentes. Ahí está el galopante desempleo que deja a las familias hundidas, acorraladas por las deudas, de los nervios. Y el gobierno todavía sin analgésico, para que pare este cancerígeno paro obrero. Y los sindicatos sin salir a pedir aire para esos pobres que se han quedado sin tajo obrero. Y los obreros en clase pobre entre los pobres, como nunca lo han estado.

Igual que en otro tiempo, el obrero empieza a tener necesidad tanto de pan como de respeto. La economía de mercado sigue sin tener un rostro ético y el rastro de despilfarros en el erario público suma y sigue. La opacidad y la codicia se han adueñado de poderes. Lo que dijo el ingenioso Quevedo está vigente, aún no se ha derogado: “Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho”. Dominique Strauss-Kahn, que pide políticas activas e intervención estatal, es la única defensa que les queda a los que se les niega el deber de trabajar y el derecho al trabajo.

Es cierto que ya había muchas reglas y códigos éticos antes de la crisis; incluso en este país se publicó un código de buen gobierno, para definir y exponer los valores de referencia que han de regir la actuación de los miembros del Gobierno y de sus altos cargos, el problema es que la corrupción no cesa y la autoridad moral de los políticos está a ras del suelo, porque ellos tienen la responsabilidad primaria de proteger a los ciudadanos, sobre todo a los trabajadores, a los ahorradores, a la gente normal que no tiene la posibilidad de seguir la complicada ingeniería financiera y que tiene que ser defendida de los engaños y de los abusos de los listillos.

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Dominique Strauss-Kahn: La verdad que el Gobierno duda
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