jueves. 25.04.2024

Por Mare Cabrera

Esa es la pregunta recurrente que me hago en los últimos tiempos. Admito que no termino de contestarla. Si dijera que no, sería difícil explicar cómo las esposas, parejas o arrejuntadas de personajes públicos que ahora salen en portada por asuntos bochornosos podían vivir en la absoluta ignorancia sobre los mal haceres de sus maridos. Es más, no entendería que conociéndolos no intentaran evitar el pillaje que ahora se les imputa o se les supone.

Otro asunto para la reflexión: ¿Se hará real en este caso lo de que dos que duermen en el mismo colchón son de la misma condición? Ellas pueden no sólo ser conocedoras, incluso llegado al extremo, posibles cómplices de los manejos fraudulentos. ¿Acaso voy a suponerles una estupidez tal como para no saber de primera mano en qué andan sus maridos e incluso disfrutar de los beneficios de sus actividades con la adquisición de suntuosas casas y apartamentos en primera línea de mar? Deje usted esa ignorancia para las antiguas amas de casa sacrificadas y llenas de hijos (y aún así les digo que a mi abuela no se le habría pasado el detalle si Manolito le dice, por ejemplo, “mujer, vamos pal sur que me compré una urbanización”). Y que no se me ofendan las amas de casa, que sabe Dios que son más listas que el hambre.

Un cónyuge no tiene obligación de denunciar a su pareja. Hasta ahí bien. Pero me cuesta trabajo creer en una ceguera tan interesada. Ahí tenemos el caso del señor Carenzzio, supuesto aristócrata italiano de gran relevancia social en los ambientes bien de Gran Canaria. Organizó incluso eventos a los que asistió el mismísimo Al Gore, así como la “gente guapa” canariona sedienta por salir en C7. Pues anda ahora desaparecido. El pobre hombre era “broker”, o eso decía, y después de perder una millonada de dinero ajeno (sus elevadas amistades confiaron en él para sacarle rendimiento al dinero negro) está ahora no se sabe bien dónde intentando recuperar las perras. Su esposa, de una adinerada familia grancanaria, quedó triste y sola en su palacete de Vegueta como la víctima de un marido charlatán que con acento pastel vendió la moto con casco y seguro. Pero mira tú por dónde, Hacienda le reclama a ella una millonada por no declarar los dineros de una cuenta que -¡oh, sorpresa!- está a su nombre y tiene como persona autorizada al italiano. Lástima que los dineros negros, en caso de no querer o no poder uno explicar su procedencia, sean difíciles de recuperar. Y es que una mente mal pensada pudiera suponer que -¡oh, otra sorpresa!- la millonada de la famosa cuenta puede tener, digamos, una procedencia oscura. Si es que no gana una para disgustos…

¿Detrás de un "gran" hombre hay una gran toleta?
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