viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- Yo no leo nada -cada vez leo menos-, pero me han dicho que insultadores profesionales de la escuela de López Aguilar -que es la mejor escuela de insultos de España- se han metido conmigo en periódicos de Las Palmas, editados en la isla de enfrente y en esta isla. No sé lo que me han dicho, porque los únicos insultos que recibo y que puedo leer -y tampoco leo- llegan por la Internet. Algunos de ellos -me cuentan- desean mi muerte, fíjense ustedes, pero tampoco acudiré a la policía para denunciar las amenazas; primero, porque la policía no hará nada; y segundo, porque no me dan miedo. Es decir, que seguiré, en lo posible, diciendo lo que pienso, sin fijarme demasiado en lo que le guste a la gente, sino en lo que yo creo. Y a mi edad las creencias están tan arraigadas donde se arraigan las creencias (siempre he dudado si en el corazón o en el alma), que difícilmente las voy a alterar.

2.- Sí constatar que vivimos en un país crispado por la ira, como casi siempre que gobiernan los socialistas, y por la crisis -como casi siempre que gobiernan los socialistas-. Yo tengo poco del PP, mejor, no tengo nada, pero me da pena que la derecha civilizada y cabal esté metida en luchas intestinas de espías y otras boberías mientras los socialistas estrujan el país hasta dejarlo sin sangre. La radicalización socialista tiene su reflejo aquí mismo: el otro día fue elegido secretario general insular de Tenerife un tal Viciana , un hombre de López/Pérez , en contra de un moderado que habían propuesto para el cargo, el médico Guillermo de la Barreda. Es decir, el PSOE tinerfeño adopta el modelo radical de López/Pérez , ala que sonríe ante detenciones ilegales de empresarios, la utilización de la fuerza del Estado (reservada a todos y no a un partido) para hacer política y los juicios paralelos en los medios de comunicación. Muy bien, pues que viva el estalinismo en su estado más puro.

3.- Mil veces me he propuesto no hablar de política, a petición de los lectores. Prefieren que haga humor en esta columna, que pase de todo el mundo y que cuente lo divertida que es la vida, que llene este espacio de anécdotas, de las aventuras del mago y de otros asuntos triviales. Podría ser una solución para mi estómago, podría lograr la serenidad de ánimo que merezco, tras tantos años de profesión. Pero a mí también me duele la barriga cuando los veo. Y por eso salto. No soporto su demagogia a tope.

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Demagogia a tope
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