jueves. 28.03.2024

He escrito ya en diferentes ocasiones sobre la cuestión catalana, entendida como la problemática planteada a la hora de encajar Cataluña dentro de la estructura del Estado español. Es probable, mejor seguro, que muchos sientan unas lógicas dosis de hartazgo ante el tema. Si retorno es porque el problema, de gran trascendencia tanto para Cataluña como para el Estado español, no solo está sin resolver, sino que cada vez es más complicado, tal como nos ha demostrado la cadena humana del 11 de septiembre, que ha recorrido Cataluña de norte a sur en defensa de su independencia.

Cualquier español medianamente informado y preocupado por el futuro de España, no puede permanecer al margen del tema susodicho. Hay mucho en juego. Sin embargo, tengo la impresión de que fuera de Cataluña no se es consciente de lo que se está fraguando: ni más ni menos que una parte importante de la población de un territorio de un Estado, ya no quiere seguir formando parte de él. Sentimiento totalmente legítimo. No sé cuál es el porcentaje, pero según todos los indicios, son bastantes. No obstante, la cuestión se podría resolver fácilmente, mediante una consulta. Que hable la gente es profundamente democrático. Mas no es de ella de la que quiero hablar. Quienes deberían resolverlo es nuestra clase política. ¿Cómo es posible que todavía no haya habido un Pleno monográfico en las Cortes españolas para hablar en profundidad sobre el tema y buscar algún tipo de solución? El problema está identificado, por ello me parecen muy oportunas las palabras de Azaña, emitidas en la sesión de las Cortes de 27 de mayo de 1932, en un discurso impresionante sobre el Estatuto de Cataluña,” Este es el problema y no otro. Se me dirá que el problema es difícil. ¡Ah! Yo no sé si es difícil o fácil, eso no lo sé; pero nuestro deber es resolverlo sea difícil o fácil”.

Desde fuera de Cataluña, la gran mayoría aduce con un simplismo sorprendente “que eso es cosa de catalanes”, aderezado con grandes dosis de anticatalanismo. Lo acaba de manifestar el prestigioso hispanista inglés Paul Preston, tras haber impartido en la Universitat Rovira i Virgili, la conferencia: «El anticatalanismo de los rebeldes militares: de la batalla del Ebre a la ocupación total del país», “en el resto de España continúa habiendo un sentimiento anticatalanista”, «sólo hay que subir a un taxi en Madrid» para constatarlo, tampoco es nada nuevo, ya que puede verse en los escritos de Quevedo. Preston comparó el caso con el de Escocia, y aseguró que «en Gran Bretaña no existe el grado de antiescocismo que existe en España de anticatalanismo». También dijo que, la Generalitat tendría que negociar y buscar «alianzas» en Europa ante el «inmovilismo» del gobierno español en la cuestión de la soberanía. «Desde Madrid no habrá progreso». Muchas veces tiene que ser gente de fuera, al no estar aquejada de prejuicios, al que puede hablar con sentido común. Algo que no abunda en nuestra sociedad, y mucho menos en nuestra clase política.

Sentiría profundamente que en un futuro más o menos lejano este territorio de la Península Ibérica, con el que mantengo relaciones familiares y vínculos materiales, se desvinculase del Estado español. Mas la realidad es la que es, desde hace aproximadamente una década esta posibilidad es cada vez más factible, sin olvidar que el nacionalismo catalán es ya centenario. En el año 2001 según datos del CIS un 35,9% de los catalanes estaban a favor de la independencia, un 48,1% en contra, el 13,3% indecisos, y un 2,8% no contestaban. Según el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat los resultados se modificaron sustancialmente en el 2011: el 42,9% a favor de la independencia, el 28,8% en contra, el 23,3% se abstenían. En el 2012, según la misma institución, los datos eran respectivamente: 57%, 29,5% y 14,3%. Estos mismos días en un sondeo privado del Observatorio MyWord, los resultados eran 52%, 24%, y 7,7%. Los datos son suficientemente explícitos, en una década los catalanes han pasado de preferir el Estado de las Autonomías, al de la independencia. Este cambio de opinión tan radical en la sociedad catalana nos debería llevar a una profunda reflexión. ¿Habrá alguna explicación? Yo me atrevo a aventurar alguna, aunque admito que pueda ser cuestionada. No faltaría más. Aquí nadie tiene la verdad absoluta. ¿Tienen algo que ver los planteamientos anticatalanistas de toda la Brunete mediática madrileña, para la cual España acaba en la M-30? ¿Tiene algo que ver la intransigencia hacia la cuestión catalana de Aznar en su segunda legislatura con mayoría absoluta en el relanzamiento de ERC, que estaba en uno de los momentos más bajos de su historia? ¿Tiene algo que ver la manifestación celebrada en la ciudad de Salamanca en junio de 2005 contra el traslado a Cataluña de documentación catalana, que había sido expropiada por la dictadura franquista y que permanecía como botín de guerra en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca? Por cierto, toda la documentación que se iba a traspasar a Cataluña suponía el 3% del total, con el beneplácito de la Comisión de expertos, no sin antes dejarla convenientemente microfilmada. Además Cataluña proporcionaría más documentación, de la propia. El Archivo no sólo no se iba a desmantelar, todo lo contrario, iba a ver incrementados sus fondos. Esa documentación del 3% es catalana, ya que está escrita en catalán. Mas esta circunstancia no les importó a los Lanzarote, Acebes y Esperanza Aguirre. Ese día se oyeron en Salamanca insultos contra Cataluña y los catalanes.

¿Tiene algo que ver el que el PP se negara a debatir una propuesta de reforma del Estatuto en las Cortes españolas, presentada por el 88% de las fuerzas políticas del Parlament de Catalunya? ¿Cómo se puede negar a admitir a trámite el debate sobre el Estatuto? ¿Cómo entender la ausencia de Rajoy mientras hablaba el Sr. Pérez Rubalcaba en el debate del Estatuto? Rodríguez Zapatero les pidió se sumaran al debate. Fue inútil. No sirvió de nada. Ellos erre que erre. Se mantuvieron impertérritos. No se movieron ni un ápice. Ni un gesto ni un simple ademán de concesión al diálogo. Los gestos y los ademanes del Sr. Acebes produjeron a cualquier ciudadano normal autentico escalofrío.

Posteriormente llegó por parte del PP su oposición frontal al Estatuto. Para ello se concentraron todos los de aquí y los de allá, delante de la Puerta del Sol, kilómetro cero, de donde salen en sentido radial todas las carreteras de España,; se leyeron 19 artículos, elegidos ex profeso, de la Constitución por representantes de cada una de las entidades autonómicas; de una manera fortuita, el segundo leído por el catalán Enric Jardí: “La constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas”. Como colofón Mariano Rajoy proclamó que la única nación es la española. Y el problema deja de existir balsámicamente. Y todo está solucionado. Luego el Partido Popular hizo una recogida de firmas para solicitar al Gobierno un referéndum en toda España sobre(contra) el Estatuto de Cataluña. Finalmente tras su aprobación por referéndum del Estatut por el pueblo catalán, el PP presentó un recurso de inconstitucionalidad ante un Tribunal Constitucional desacreditado que tardó 4 años en emitir sentencia, para derogar 14 artículos y reinterpretó muchos más.

Tales comportamientos contra Cataluña, al final propician situaciones como las actuales. Si el PP ha considerado pertinente servirse del anticatalanismo para sacar votos en Ávila, Cuenca, Segovia, Madrid o Zaragoza, está en su derecho. Mas luego que no se sorprenda que Cataluña responda cada vez más con su pretensión de independencia. De aquellos vientos se recogen estas tempestades. El problema es que hoy muy difícil contener tal desafección hacia el Estado español, de la que en gran parte son culpables los dirigentes del PP. Tampoco este comportamiento es una novedad. Nunca la derecha, ni la de la dictadura franquista ni la de democracia actual ha hecho un esfuerzo serio y generoso para entender el problema catalán, que está revoloteando hace mucho tiempo y de gran complejidad su resolución. No nos ha caído aquí y ahora de una teja. Ni lo trajo bajo el brazo poco ha ZP ni ahora Artur Mas. Negar su existencia es puro autismo político. Es no entender nada, dando muestras de un desconocimiento absoluto de nuestra historia. Y la derecha gobernante actual sigue igual, el problema no existe, sirva de ejemplo el que todo un presidente de Gobierno calificara la gran manifestación del 11 de septiembre en Barcelona de 2012 como una algarabía. Muy bien. Y ahora tras la cadena humana, se sacan de la chistera “la mayoría silenciosa”, y con una carta dirigida a Artur Mas y publicada en todos los medios de comunicación, ofreciendo diálogo sin fecha de caducidad, creen que el problema ya está resuelto.

De verdad, esta derecha no entiende nada. De tanto abrazar a España la van a ahogar.

De tanto abrazar a España la van a ahogar
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