viernes. 19.04.2024

Sabía que mi artículo de la semana pasada sobre los morroagitadores iba a despertar las iras de los intolerantes que se arremolinan en torno a lo que se define a sí misma como la progresía lanzaroteña. Es una especie de grupo neonazi que no acepta la menor crítica. O piensas como ellos, o te masacran. O creen que te masacran, porque en realidad el daño que te hacen es mínimo. He peleado en tantas batallas en mi vida que no estoy ahora para achantarme por un grupo de talibanes del pensamiento único que encima se amparan casi siempre en el anonimato. Ahora bien, todo tiene un límite. Yo acepto las críticas razonadas; creo firmemente en la libertad de expresión y no comulgo con la censura. Cualquiera puede venir a verme a la radio y hacerme entrar en razón con lo que sea. Es más, suelo cambiar de opinión con bastante frecuencia. Lo que ocurre es que ninguno de estos progres de tres al cuarto se ha atrevido jamás a llamarme por teléfono para preguntar mi opinión sobre nada. No tienen lo que hay que tener para decirme las cosas a la cara. A alguno de estos atrincherados, a los que no conoce ni la madre que les parió, seguro que me lo he tropezado por la calle, y seguro que habrá girado la cabeza por si le reconozco. Algún día empezaré a reconocer a esta tropa que se esconde detrás de esta rara historia de la progresía intolerante, y entonces seré yo quien les diga tres o cuatro cosas a la cara. Eso sí, sin darles la publicidad que pretenden que les dé. Ni de coña. Que se hagan conocidos por sus méritos, no por poner a parir a gente que piensa de forma distinta con mentiras terribles que no se creen ni ellos mismos, y que más de uno, si sigue por ese camino, tendrá que demostrar ante un tribunal de justicia.

Para desgracia de estos intolerantes, yo no tengo más jefe que yo mismo. Las circunstancias me han hecho embarcarme en una aventura empresarial que de momento marcha bastante bien, lo que está claro que tiene jodidos a más de uno. Mi relación con el grupo Lancelot no va más allá de la oportunidad que me dan de poder escribir semanalmente una columna de opinión, lo cual agradezco enormemente, puesto que son el único semanario de papel que existe en la Isla. Ni en el Lancelot ni en ningún lugar me han dicho jamás lo que tengo que hacer o lo que tengo que decir o escribir. No lo habría consentido. Ni me han censurado una sola línea nunca de lo que me da por poner en artículos como éste cuando deprisa y corriendo salgo pitando a buscar a mi hija al cole. A estos les interesa hacer ver que todos vivimos y comemos de lo mismo, para que alguien crea que no somos voces distintas. Tuve un maravilloso jefe del que procuro hablar poco para que no se calienten los guardianes de su memoria, y de él aprendí que no se va a ningún lado en esta profesión si no se es independiente de verdad. Independiente del poder político y del poder económico. Así te puedes permitir unos cuantos lujos y no pocas licencias. Ahora me levanto cada día a las cinco y media de la mañana (menuda cruz para un dormilón empedernido) y me dirijo a mi radio (también es de mi amigo Chalo) para decir por el micro lo que me da la gana. A veces estoy bien, y casi siempre mal, pero me siento libre, incluso de la influencia de este tipo de personas. En esta profesión no se acaba de aprender jamás. De algunos se aprenden cosas positivas; de otros, no se aprende absolutamente nada, porque de la nada viven y en la nada pretenden que nos movamos todos. Es una profesión ciertamente mezquina; aquí atacan a compañeros de forma inmisericorde y nadie descuelga un teléfono para expresar un mínimo de solidaridad. Es una profesión en la que navegan algunos que sólo están pendientes de lo que hacen los demás, y así les va.

Creo que llegan aires de cambio en el PSOE, de lo cual me alegro enormemente. Espero que en esos aires de cambio se incluya a los excluyentes del pensamiento único. Deseo enormemente que se deje de seguir jugando a la manipulación y se dé cobertura a toda esta gente, a los cuales supongo que alguien financia para que puedan seguir propagando basura en contra de personas que lo único que pretendemos es dar nuestra opinión sobre lo que creemos que está bien y sobre lo que creemos que está mal. Opinión fundamentada en años de trabajo y de experiencia, de tragar mucho barro en las trincheras del día a día.

Mientras, los de la falsa progresía con el peinador de políticos a la cabeza que sigan a lo suyo. Que sigan de morros, que el resto seguiremos trabajando.

Lo de Cáritas

Siento no haber hecho caso a un buen amigo que escribe por aquí cerca que me recomendó que no dedicara ni un solo gesto a esta gente. Me lo pedía el cuerpo. Y cambiando radicalmente de tema, no quiero terminar esta entrega semanal sin mencionar la gran labor que están realizando todos los voluntarios de Cáritas, y el valor que le han echado para hablar de la clase política de Lanzarote como lo han hecho. Aplaudo cada letra de las que han utilizado para expresar su rechazo a lo poco que la clase política de esta tierra hace por los más desfavorecidos. Y me quedo con la frase con la que Lupe Toledo tituló días atrás un magnífico artículo en el que propone, entre otras cosas, que parte de los dispendios de la campaña electoral que se avecina (Dios nos coja confesados) se destine a ayudar a los que más lo necesitan: “No den de comer a los estómagos agradecidos, den de comer a los estómagos necesitados”.

P.D.: Últimamente en el Ayuntamiento que dirige Cándido Reguera no paran de meter la pata. Va siendo hora ya de que retomen los conceptos que manejaron al llegar al poder, y que se centren realmente en las cosas que son importantes para los ciudadanos

(Publicado en el semanario Lancelot)

De morros…
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