miércoles. 24.04.2024

"Habla para que yo te vea". (Sócrates)

No es la primera vez que escribo sobre alguien a quien admiro, a quien he querido o de quien he aprendido, pero lo hice en esas otras ocasiones sobre gente que ya no podía leer lo que decía de ellas. Error que cometemos muchos, por otra parte. No será esta la ocasión, no voy a esperar a que no esté, a que no pueda leer o a que sea imposible que alguien se lo cuente. Voy a valerme de dos intrépidas compinches para que le llegue cada una de las letras que componen esta carta de amor.

Ella es de Sergio Ramos y ahora se dedica a leer pornografía fina. Anda enamorada de un personaje literario, Grey creo que se llama. Le encanta un hombre guapo, a quién no, pero va más allá: celebra la belleza en todas sus manifestaciones, la admira y se recrea en ella. Adicta al chocolate hasta niveles preocupantes, no soporta el queso, cosa que yo no me explico, de ahí que cada vez que nos reunimos he propuesto pizza olvidando por pura incomprensión que la señorita no aceptará mi capricho culinario. Tampoco soporta los macarrones. Ahí queda como aviso a navegantes.

Cada una de los muros del Charco de San Ginés conoce su liviano peso. Criada entre barquitas y jolateros, aparejos y anzuelos, como no podía ser de otra forma siendo nieta, nada más y nada menos, que del célebre Aguaresío. Pero miren ustedes por dónde, marea la chica, lo que no le impide, una vez tomada la dosis necesaria de biodramina, subirse a cualquier embarcación y navegar hasta donde la lleve el viento. No le digas, no se te ocurra comentarle, que cómo es capaz de bañarse en las aguas del Charco. Ni se molestará en contestar. "Mira", te dice, "no eres del Charco y no lo ibas a entender". Y se tira de bomba, y te salpica, y se queda tan pancha.

Es en el mar donde encuentra la paz. Famara no podía faltar si hablamos de ella. Desconecta, como dice, se olvida de los problemas, respira aliviada. Debe llevar lo del amor a la mar en los genes. Despertar todos los días al lado del azul es lo que tiene. Tampoco desprecia los aviones, y cada vez que tiene un hueco aprovecha para conocer mundo. Es de listo disfrutar y valorar tu tierra siendo consciente de todo lo mucho y bueno que hay fuera. No para la pata, agota a un santo, vive el momento, lo disfruta, lo saborea. Haciendo deporte, ayudando a que otros lo hagan, atendiendo en su puesto de trabajo...y sobre todo con una de sus aficiones favoritas: estar con su familia. Una familia que te adopta con una facilidad asombrosa y que te hace sentir parte de ella en ese callejón tan entrañable del Aguaresío. Su sobrino Gabriel, al que adora, sus primos, sus padres, Manolo y Anita, su hermano...estar con ellos es su debilidad. Se entrega y compromete con todo lo que hace y con todo lo que la rodea.

Hay quien dice que la amistad entre mujeres tampoco existe, por las envidias y trampas que nos hacemos unas a otras. Comentarios machistas y poco actuales, por otra parte. Pero para quien siga pensándolo comentaré que las mujeres a las que no le gustan las mujeres no conocen a las mujeres que conozco yo.

Llevo toda la vida encontrándome con ella sin conocerla. El mismo colegio en párvulos, el mismo pueblo los fines de semana, el mismo instituto, amigos en común... Y nos veíamos de lejos. Debe ser, porque cuando coincidimos, ya adultas, sabíamos de soslayo quién era cada una. Supongo que llegamos a la vida de la otra en el momento preciso, ni antes ni después de lo necesario. Pero hubo flechazo. De esos que yo desconozco en referencia a los amores pero que he tenido la suerte de comprobar en la amistad.

Fue generosa desde el principio conmigo. Notó mi debilidad y me ayudó a ser más fuerte con una herramienta sencilla y poderosa: la risa. Años hacía que estaba en gris, no sabía lo que era llorar de risa, mearme de risa (con perdón), dolor de barriga por la risa...la que te provoca reírte de ti mismo como nos enseña Manolo Vieira, sin faltarnos el respeto. Y nos reímos mucho, muchísimo. Del desamor, de los cuernos que nos han puesto, de los que nos engañan y nos dejan a medias, de los que traicionan nuestra confianza, de los que presumen con las manos vacías. Porque así se supera antes todo lo malo que nos encontramos… ¡y lo que nos queda! ¿Pero saben lo que es, lo que supone saber que cuando algo de esto te ocurre puedes llamarla? ¿Saben lo que es poder contarle con pelos y señales lo que a veces no querrías ni decir en voz alta? ¿A una persona así? A la Mari, a mi Mari. Pues qué quieren que les diga...que he tenido mucha suerte encontrándola. Y que la quiero. Felicidades, Mari Paz.

De la amistad y otras fortunas
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