jueves. 25.04.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Estoy de acuerdo en que todas las fuerzas políticas deben de poner sobre la mesa del diálogo la voluntad necesaria para llegar a puntos de encuentro. El deterioro del sistema financiero es algo gravísimo que exige planes conjuntos de actuación. Para ello, los políticos han de recuperar, lo que muchos han perdido, el sentido de Estado. Cuando es ignorada esta cuestión, la capacidad de respetar el derecho y de reconocer lo conveniente para la generalidad empieza a desvanecerse. Reunirse, pues, todas las veces que sea necesario para buscar soluciones a un problema que nos afecta a todos, no sólo me parece oportuno y necesario, sino también un acto de justicia. La política debe tener muy presente que su finalidad es el servicio. Está para servir a los demás, y sobre todo al bien común, que es el bien de todas y de cada una de las familias.

Aplaudo a esos políticos de Estado, aquellos que siempre van más allá del mero aplauso de los suyos, de la popularidad del poder, porque este país les precisa para servir y no para servirse como lo vienen haciendo otros de poca monta. Éstos suelen tener en su agenda, más que ganar a toda costa, un haber inconfundible: el convencer con la transparencia debida y la coherencia deseada. Dicho lo anterior, también considero que está bien que los políticos apoyen a las entidades crediticias para que tengan solvencia, pero de igual modo deben auxiliar a esas familias que su economía también está en números rojos. Hay que gobernar sobre todo para esos ciudadanos que están más tiesos que la mojama, porque se han quedado sin el derecho y el deber al trabajo.

Es cierto que la economía es un medio fundamental de subsistencia, no ha de ser un fin, puesto que hay necesidades humanas básicas de familia que no pertenecen al frío mundo de las finanzas, que no pueden comprarse o venderse como mercancías. Para ellas necesitamos algo más que un simple aval. La economía cumplirá su papel si está complementada por gobiernos eficaces, que tengan entre sus filas a políticos de Estado, gente comprometida capaz de injertar más allá de un mero papel crediticio, valores éticos capaces de restablecer una sociedad menos mercantilista, con más corazón y con generosidad a raudales. Dones que se necesitarán cada vez más en estos tiempos difíciles de la globalización.

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Cuestión de voluntad
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