miércoles. 24.04.2024

Por J. Lavín Alonso

Confieso que siempre he sentido una cierta fascinación por el mundo del espionaje y de los servicios secretos - también llamados a veces Inteligencia y Contrainteligencia - tanto en la ficción como en la realidad, aspectos estos que, en no pocas ocasiones, han tendido a ser confundidos entre si al no percibirse indistintamente una línea divisoria entre ellos. Es mas, los personajes de la ficción han surgido como fieles trasuntos de los reales, creados por quienes, en una época de su vida, se movieron en las filas de los servicios secretos de su país; o, incluso, inspirándose en traidores o agentes dobles. La Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría fueron un autentico venero de ellos.

No resulta fácil resistirse al atractivo de vidas novelescas como las de la mítica y exótica Mata-Hari, en tiempos de la Gran Guerra de 1914; la del maestro de espías Richard Sorge, quien, con cobertura del gobierno nazi, espiaba en beneficio de la URSS, en territorio japonés, a comienzos de la II Guerra Mundial, sin dejar de lado los famosos ingleses Kim Philby o Guy Burgess, abducidos por el letal hechizo del Kremlin.

En terreno de la ficción pura se puede acudir a los personajes de John Le Carré, como George Smiley, o de Ian Fleming, como el archiconocido y cinematográfico James Bond; ambos, tal vez, reflejos literarios de sus propias andanzas como espías..

Bien sea en la ficción o en la vida real, los protagonistas del mundo de la Inteligencia y la Contrainteligencia se movían en ambientes de notable sofisticación, de exquisito refinamiento mundano; un excelente caldo de cultivo para los propósitos que los movían. En otras ocasiones, el escenario pasaba a ser el sórdido submundo del hampa, del crimen organizado o el de los simples desertores o los traidores.

En cualquier caso, no acabo de imaginar a las cabezas rectoras de los servicios de espionaje y contraespionaje de las mas señeras democracias inmersos en actividades cinegéticas y/o piscatorias, en lugares exóticos del mundo, mas propias de millonarios y gentes de la parásita “jet set” que de probos funcionarios gubernamentales cuya labor exige, por definición, la mas depurada de las discreciones y un cuidadoso y aquilatado empleo del llamado “fondo de reptiles” - la partida presupuestaria dedicada a tales menesteres - expresión que se atribuye a Otto von Bismarck, llamado el “Canciller de Hierro” , y fundador de II Reich alemán. No confundir con Adolfo y su infame III Reich. Las actuaciones contrarias a lo indicado podrían ser tomadas, más que de contrainteligencia, contra la inteligencia. En resumidas cuentas, y para terminar, no basta que la mujer de Cesar sea honrada, también tiene que parecerlo.

¿Contrainteligencia o contra la Inteligencia...?
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