viernes. 29.03.2024

Por Antonio Guerra

Los viejos, como todos ustedes saben, somos a veces como niños, y nos ilusionamos como bobos cada primero de año pensando, pese a nuestra reincidumbre republicana, que los Reyes Magos esta vez nos ofrecerán un principio de año por lo menos más potable que el anterior, pero nuestro gozo en un pozo, dado que la clase llamada política parece que sólo tiene como norte y guía aguarnos las sucesivas fiestas que, enjaretadas unas con otras como ristras de chorizo de perro, nos asedian sin apenas dejarnos tiempo para poder gozar de este invierno cálido y luminoso que el cambio climático nos ha regalado.

Un fenómeno siempre puesto en duda por esos preclaros cerebros de la meteorología llamados Aznar y Rajoy, como obra maléfica de unos desalmados expertos en la materia que no tienen otra cosa que hacer sino joder al personal con sus raras elucubraciones, o por Zapatero para que no se hable de la crisis. ¡Que baje Dios y lo vea!

Un mes de enero que comienza, tal vez guiados por las enseñanzas evangélicas proclamadas en las fiestas navideñas, por un doloroso y cínico mea culpa, mea culpa, de los miembros, o lo que sean, de eso llamado el PIL. Piden perdón sus miembros y miembras de forma contrita a todos los conejeros por las muchas tropelías y desaguisados habidos, y seguro por haber, en una larga e infausta vida política imposible de calificar. Un escabroso camino repleto de paseos por juzgados y cárceles que, además, ha arrastrado en su caminar a toda la clase política insular de forma abyecta sólo para obtener el mayor descrédito que se conoce en treinta años de democracia en la nación española.

Unos señores, por decir algo que, con ese arrepentimiento tan repentino e intespestivo, también creemos que están obligados a sufrir la correspondiente penitencia, que en política no es otra que la dimisión inmediata de todos sus cargos y prebendas.

Nosotros, modestamente, creemos que nunca es tarde para ser una persona decente y honrada, para en el futuro poder mirar, frente a frente, a los hijos de esa bendita tierra sin que estos les puedan recriminar su pasado. Nuestro apreciado amigo Agustín Acosta, por desgracia desaparecido para el periodismo de esa isla hace poco más de un año decía: Que más vale la buena fama que el mucho dinero.

Si les puede servir de consuelo, les podemos contar también que por Santa Cruz de Tenerife las cosas no están ni medio bien, con un ayuntamiento en plena crisis por culpa del famoso Plan General, que como pasó en Arrecife y ejecutado por los mismos arquitectos, pretende perjudicar bastante a los pobres para enriquecer todavía más a los ricos, y donde el pueblo chicharrero, siempre bastante perezoso para esta clase de algaradas, no ha tenido más remedio que salir a la calle en gran cantidad y bastante cabreado, para afirmar con sus gritos, pancartas y caceroladas el sagrado derecho que tienen a ser dueños y señores de su propiedad, casi siempre una pequeña vivienda familiar conseguida con mucho esfuerzo durante una larga vida laboral, y que esos infumables y descastados ediles del PP, CC y CNC, quieren “desordenar” a toda costa. Ay Santa Cruz mi tierra morena y brava…

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Confesión tardía
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