jueves. 18.04.2024

Los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote y sus trabajadores siguen teniendo muy presente a su creador, César Manrique, desaparecido tal día como hoy hace 21 años. Por eso, como es ya habitual, se dieron cita esta mañana en el cementerio norteño de Haría, donde reposan sus restos mortales, para tener un encuentro-homenaje alrededor de la figura del genio, al que asistieron, además, el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés, el vicepresidente de la Corporación, Joaquín Caraballo, la consejera de Turismo, Carmen Steinert, el consejero delegado de los CACT, José Juan Lorenzo, además de diversas autoridades de la isla, familiares, amigos y seguidores del artista.

Un grupo de alumnos del CEIP San Juan de Haría fue el encargado de abrir el acto recitando un texto e interpretando una canción con letra adaptada y dedicada al artista.

Entonces, tomó el testigo Mario Ferrer. El historiador lanzaroteño evocó la figura de Manrique a partir de una anécdota que sirvió de punto de partida para elaborar un discurso alrededor de la vida política insular y su incapacidad para llegar a acuerdos en temas de interés común. Además, habló de la falta de identidad de su generación, “la generación pérdida”, en torno a la figura de los CACT, “estandartes de la isla”, y pidió no olvidar el recuerdo de figuras como Manrique y todo el equipo que trabajó a su alrededor.

Benito Cabrera al timple, Tomás Fariña a la guitarra, y el cantante Chago Melián pusieron el broche de oro al acto interpretando una emotiva folía compuesta para la ocasión por el timplista lanzaroteño.

César Manrique (Arrecife, 24 de abril de 1919-Teguise, 25 de septiembre de 1992) consiguió cincelar sobre el entorno natural una obra en perfecta simbiosis y equilibrio con el escenario en el que trabajaba. Interpretó como nadie la belleza y el valor del espacio que le envolvía, y plasmó en él su genial imaginación. Su legado y su prestigio traspasaron fronteras, pero, sin duda, es en Lanzarote, donde logró manifestar en mayor medida su amor por el paisaje.

Es incuestionable que la isla no puede concebirse sin la aportación de César Manrique. El artista se sentía fascinado por la singularidad del paisaje volcánico lanzaroteño, el mismo que otros consideraban desértico, árido e inhóspito; para él, era sinónimo de belleza. Así, desde el respeto, la admiración y la gratitud hacia el entorno en el que había crecido, elaboró su trabajo.

Su primera obra en Lanzarote, y quizás la más espectacular, fue Jameos del Agua, con la creación de un auditorio natural perfectamente integrado en una caprichosa formación volcánica. Su belleza, sus contrastes de luz y colores la convierten en un trabajo universalmente admirado. Esta obra puede resumir en gran medida lo que Manrique realizó durante toda su vida: composición de espacios en los que la aportación humana quedara armoniosamente integrada con el entorno natural, ensalzando su belleza y sus valores. El mirador del Río, su propia casa, en el Taro de Tahiche, el Monumento al Campesino y el Jardín de Cactus son otras de las obras más significativas del artista.

Pero Manrique también dejó un importante legado fuera de su isla natal. Destacan el espectacular mirador de La Peña, en El Hierro; el mirador de Palmarejo, en La Gomera; el Parque Marítimo de Puerto de la Cruz y Playa Jardín, en Tenerife; el Centro Comercial La Vaguada, en Madrid, y el amplio Parque Marítimo del Mediterráneo, en Ceuta. Son todas ellas creaciones de espacios públicos, trabajos de arquitectura y urbanismo verdaderamente singulares donde el entorno natural es el principal protagonista.

Se puede concluir, pues, que para César Manrique la naturaleza no fue sólo la referencia fundamental para su creación artística, sino también para su vida. No creó en la naturaleza, sino que creó con ella, y su relación con el entorno no fue simplemente estética sino de un verdadero y ejemplar compromiso con la defensa del medio ambiente.

Con Manrique en el recuerdo
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