viernes. 19.04.2024

Por Miguel Ángel de León

El pacto post-electoral entre lo que va quedando del PIL y el PSOE en Lanzarote ya está casi tan amarrado como el de Coalición Canaria (CC) y el PP para el Gobierno regional, en el caso de que ambos acuerdos apalabrados de antemano obtengan luego el suficiente respaldo institucional como para que se puedan traducir finalmente en mayorías de gobierno, que las llaman.

Guste o disguste, eso ya está tan decidido como el abandono masivo de las filas del PP de numerosos militantes que la próxima semana darán a conocer su nueva fe, allá por San Bartolomé y Haría. Una vez más, el partido receptor será el CCN, que parece especializado casi exclusivamente en fichar a desencantados del PP cuya provisional gestora “Duracell” sigue presidiendo, más accidentada que accidentalmente, doña María Dolores Luzardo de León (Loly para los amigos y demás personas piadosas).

Algún lector, covicto y confeso militante del PSOE isleño (PSC de Lanzarote lo llaman ahora), me ha afeado más de una vez lo que he apuntado aquí en alguna ocasión anterior con respecto a la llamativa sintonía, por decirlo de la forma más suave y diplomática que se me ocurre a bote pronto, existente entre el PIL y el PSOE, que se ha sustanciado en la reedición de varios pactos de gobierno, desde hace ya la tira de mandatos, en el Cabildo conejero, principalmente. Dos formaciones políticas sólo teóricamente antagónicas (in illo tempore lo fueron, y demostraban a cada paso ese antagonismo que ahora se ha trocado en buena camaradería cuando gobiernan al alimón y en acuerdo tácito de no agresión cuando ambos comparten el frío banquillo de la oposición, como sucede actualmente). La erótica del poder -el que se tiene o el que se pierde- une mucho, como es fama. Y los intereses económicos comunes, ni les cuento.

El lector socialista de marras, dando muestras de una gran ingenuidad y candidez a prueba de bombas, para mi gusto, se empeña en recordarme o advertirme que no es cierto eso de que no existan diferencias sustanciales entre el PIL y el PSOE, tal y como me he atrevido a insinuar aquí mismo, exagerado de mí. Claro que, bien pensado o bien mirado, hasta estoy por darle la razón al dolido lector: existe una gran diferencia entre ambas formaciones o partidos/rajados por la mitad, después de la penúltima crisis interna que han atravesado ambos: el PSOE tiene como emblema identificativo una rosa (ahora casi irreconocible, cierto es, por culpa de los malditos diseñadores que llevan siempre el gusto allí donde la espalda pierde su casto nombre), mientras que el PIL tiene una tunera, en conmemoración, probablemente, del afamado Pacto de las Tuneras que propició en su día y momento la sonada y sonora irrupción de su líder y principal santo y seña, Dimas Martín, el lugareño Cid Campeador que gana batallas electorales incluso inhabilitado o encarcelado, como ya ha demostrado en comicios anteriores. Rosas y tuneras tienen aparentemente poco que ver, aunque tanto las unas como las otras echan espinas, de las que se reviran tal que las de los erizos y pueden causar sangrantes heridas. Hay empírica constancia de ello.

Aceptado, pues, que sí que existen “grandes diferencias” entre el PIL y el PSOE lugareño, sobre todo ideológicas (¿?), lo que no podrá negarme el lector pro-psoecialista es que se producen grandes coincidencias no más sellan el enésimo pacto de gobierno. Llegado ese momento cumbre, se entona a dúo el “pelillos a la mar”, y a gobernar, que son dos días... y en Lanzarote, los dos con viento. ([email protected]).

Como buenos enemigos
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