jueves. 25.04.2024

Fotos: Dory Hernández

La exposición “César Manrique 1950-1957” reúne 36 pinturas y diversas fotografías. Cuadros de formato pequeño y también murales. Por su parte, las instantáneas dan testimonio de obras desaparecidas, pero también de lo que pasaba fuera de los cuadros. Imágenes del artista “antes de ser artista”, con su familia en Famara y con sus amigos, de excursión por la Isla; fotos en su casa de Madrid, posando solo con sus muebles o rodeado de los invitados a sus fiestas; otras que dan fe de su popularidad en aquel momento, siendo entrevistado en un programa de televisión, o posando junto al primer reportaje fotográfico que se realizó para la promoción de Lanzarote.

Ésta es una exposición que ayuda a comprender la dimensión de lo que Manrique estaba imaginando, inventando y creando en los años cincuenta. Fue un artista polifacético y multidisciplinar, por lo que su herencia artística adopta aspectos muy variados. Desde un lienzo a medio camino entre la figuración y el cubismo, a una lámpara hecha a partir de una calabaza. Desde un mural para el Banco Guipuzcoano con motivos geométricos, al parque infantil del Ramirez Cerdá. Desde una vasija de cerámica con elementos guanches a una mesa creada a partir de unos troncos de madera. Desde un escenario para la cultura en los Jameos del Agua, a diseños para los tejidos de Gastón y Daniela.

Arte y vida

Arte y vida. Son dos palabras que permanecen en la mente tras escuchar la introducción de Fernando Gómez Aguilera a la exposición que él mismo ha comisionado. “Arte para ser vivido”, “arte de habitar”, “arte volcado en la vida, arraigado en su Isla, alegre y festivo, pensado para hacer más feliz a la gente, para habitar el mundo con mayor placer y para celebrar la fortuna de vivir”. No son palabras huecas. Se sostienen en la obra y en la vida del artista. Manrique no se limitó a trabajar la pintura o la escultura. En la línea de la Escuela de la Bauhaus (Alemania) que sentó las bases normativas de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico, Manrique incorporó el arte a todos los ámbitos de la vida cotidiana. Lo que en Europa ya estaba consolidado, en España era algo insólito. En un país sumergido en la estética imperial franquista, Manrique apostó por recuperar la tradición de la modernidad y la vanguardia, convirtiéndose en un militante de las nuevas tendencias por convencimiento. Por eso, César Manrique diseñó muebles y objetos para llenar los edificios de la nueva e incipiente arquitectura moderna española. El arte por el arte, el arte funcionalista y el arte al servicio de la naturaleza y de la sociedad. Tres concepciones muy diferentes que Manrique manejó sin problemas prácticos o teóricos. Como dice Aguilera, lo suyo era trazar “líneas transversales” y quizás por eso la Historia del Arte en España, acostumbrada a las etiquetas académicas, no ha sabido hacerle justicia.

Lanzarote: el arte comprometido

Lanzarote es un museo natural de 840 kilómetros cuadrados y las intervenciones que Manrique realizó sobre su territorio demuestran que la integración del arte y la naturaleza es posible. Gómez Aguilera recordó que el artista “dotó a la Isla de su retrato moderno”. Además, Lanzarote fue una inagotable fuente de inspiración para sus creaciones pictóricas y escultóricas. “Lanzarote actuó como energía fundamental de su sistema creativo”, en palabras del comisario de la muestra, que continuó diciendo que Manrique “creó una mitología visual y poética de la Isla en su pintura”. De su amor por esta tierra nacieron los primeros esbozos urbanísticos sobre Lanzarote y otras islas del Archipiélago.

Su actitud crítica con algunas de las actuaciones que las administraciones llevaron a cabo en aquellos años le condujo a la cárcel. Y salió gracias a las cartas de confianza y certificados de buena conducta que políticos lanzaroteños firmaron en su defensa. Manrique tenía la esperanza puesta en las nuevas generaciones de arquitectos que debían alejarse del ambiente conservador y burgués imperante. Defendió el hormigón, el hierro y el plástico como materiales nobles en una arquitectura moderna.

Reivindicó unas construcciones adecuadas al espacio natural, al clima y a sus habitantes. Imaginó que Arrecife podría convertirse en “la ciudad más bonita y pintoresca del Archipiélago”... ¿qué diría si pudiese ver hoy esta caótica ciudad? Aguilera despeja las dudas: “A Manrique el Lanzarote de hoy le pondría los pelos de punta. Poco o nada tiene que ver con sus deseos y su visión sobre este lugar. Su proyecto de Isla ha sido pervertido y el horizonte de futuro no hace sino acentuar la distancia y el riesgo. Sin duda, su voz sería hoy extremadamente crítica con la gestión política de los últimos años y con el crecimiento turístico”. En aquellos momentos Manrique advertía: “no hay derecho a que todo un pueblo pague la improvisación de unos pocos”. El comisario de la exposición aprovechó para llamar la atención sobre estas cuestiones en un momento en el que la programación urbanística cobra especial relevancia y actualidad en la Isla, a las puertas de aprobar definitivamente el Plan Territorial Especial o el Plan Especial Puerto de Arrecife.

(Ampliación de la información en la edición impresa de Crónicas de Lanzarote)

César Manrique 1950-1957: un arte apegado a la vida
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