viernes. 19.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- En realidad, cada día escribo una carta a los lectores. Esta es otra más. En los últimos tiempos se han incrementado las comunicaciones de ellos conmigo, a través de la Internet. Siempre que sean correctas, yo suelo responder a las críticas de quienes me leen. Creo que es una forma de agradecerles que lo hagan. No suelo contestar a los insultos, ni a las amenazas; y mucho menos cuando los insultos se dirigen a mi familia o a personas queridas, lo que ocurre rara vez. Quienes nos asomamos cada día a ventanas tan abiertas como son las páginas de un periódico no podemos evitar -porque tampoco lo pretendemos- que entre a través de ellas la luz de la opinión de los lectores, tan soberanos. Es a través de estas cartas cuando noto cierta crispación social y también un seguimiento exhaustivo de mis opiniones, tan cambiantes -porque me niego a pensar siempre lo mismo- como ellos comentan. He dicho alguna vez que soy consciente de que no pienso ni digo siempre lo mismo porque sería de idiota no cambiar de opinión. Imaginen qué ocurriría si la humanidad tuviera un pensamiento único y no sólo único sino inmutable. Sobraría el tiempo, se produciría un cataclismo de las ideas y, como consecuencia, sería su final.

2.- Esta es la principal crítica que me hacen: mis cambios de opinión sobre los temas tratados. Por eso se esfuerzan en calificarme de chaquetero. También se refieren a mi aceptación de la línea editorial de este periódico. Ello forma parte de la libertad individual. Escribo en un periódico, luego me identifico con su trayectoria limpia y con casi todas sus ideas. Nadie me lo impone; yo lo acepto y en muchísimas ocasiones lo comparto. Pero no puedo pretender -ni lo pretendo- que todos los lectores piensen lo mismo, ni siquiera que acepten mi forma de ser. Estas explicaciones, que no son obligatorias, las ofrezco para responder a esas críticas adversas. No hace falta decir nada a los cientos de lectores, mucho más numerosos que los críticos, que elogian la sección.

3.- El periodismo es el arte de lo plural. Debería ser también el arte del respeto, pero ni siquiera pretendo que a la escritura de todos los días (me parece que fue Vargas Llosa quien calificó el periodismo como "la historia haciéndose") se le respete. Que cada cual haga y diga lo que quiera. Y que los límites no los impongan los códices sino los usos sociales de cada momento. Lo que repele no debe ser publicado, me dijo una vez mi maestro, director de mi tesis doctoral, Ángel Benito . Estas filosofías de lunes oxigenan no poco mis pensamientos y tampoco intento que reflexiones un tanto desesperadas turben la normal lectura de un espacio cuyo contenido ni siquiera me agrada a mí todos los días. Es decir, no me gusto a veces. Yo soy así y, en cierta manera, ustedes, desocupados amigos, son mi circunstancia. Aunque sea una circunstancia, en general, muy agradable.

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Carta a los lectores
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