jueves. 18.04.2024

Iba a dedicar la columna de hoy a la rumoreada posibilidad de que la NASA esté preparando, junto al presidente Bush, el “gran anuncio mundial” de la existencia de algo más que agua en Marte (no se sabe si vida inteligente o como la que hay en el Cabildo), pero me quedo con lo que este martes publicaba el zapaterista diario El País sobre los privilegiados funcionarios canarios, que son afortunados por partida doble: trabajan (es un decir) en las Islas Afortunadas y cobran más que ningún otro en toda España y parte del extranjero. Aprovecho ahora que ellos, los trabajadores (ejem...) de la Administración pública, no leerán este artículo porque en agosto no funcionan los funcionarios (vale, y en el resto del año tampoco, pero al menos les queda tiempo para internarse en internet, aunque les den las 12 del mediodía “y el crucigrama sin hacer”, como les afeaba un machanguito de Forges a sus compañeros de oficina en una recordada viñeta publicada décadas atrás, que no ha perdido vigencia alguna, a fe mía).

Si los funcionarios cumplieran con su misión y funcionaran o funcionasen (que es para los que les pagamos sus sueldos y sobresueldos) no serían noticia. Lo son, y muy habitualmente además, precisamente porque algo no funciona. Los funcionarios son, junto con los políticos manuelescos (entiéndase, los que se suben su sueldazo a voluntad en tiempos de vacas flacas), así como los enchufados de aquéllos, los únicos que no están padeciendo en carne propia la crisis que dice ZP que no existe... y menos mal, porque de existir esto que todavía llamamos España sería ahorita mismo Biafra.

Bajo el título “Un empleo con 18 sueldos”, el citado diario El País informaba que los funcionarios canarios mejor cualificados ganan hasta 10.000 euros más que los extremeños. Recuerda el redactor que, por norma general, las comunidades más ricas son las que mejor pagan a sus burócratas. Total, que algo no casa o no coneja entonces. ¿Se ha convertido Canarias en una de las regiones más ricas de España y no nos habíamos enterado por aquí abajo? Verdad es también, puestos a contarlo todo, que si esa riqueza se mide desde el punto de vista del funcionario insular, va a resultar que es así. Como todo es relativo, excepto la contrastada mediocridad del político lugareño, todo es también según el cristal o trozo de vidrio con el que se mire. Vete tú a decirle a Manuela Armas -un suponer- que la economía está en crisis. “Será la tuya, mi niño”, te responderá ella cargadita de razón.

He contado en más de una ocasión en esta misma tribuna que en las películas de Cantinflas, en las que se encierra muchísima y más valiente crítica social y política que en las de Pedrito Almodóvar (como de aquí a México, con el valor añadido por parte de Mario Moreno de que él afeaba los abusos de la dictadura perfecta del PRI en plena dictadura perfecta del PRI, no como los valientes directores españoles actuales que alaban a Zapatero y rajan contra la dictadura de Panchito Franco), se escenificó por primera vez aquel chiste que luego se ha repetido hasta el infinito. Alguien preguntaba a un funcionario de la pesada Administración estatal si allí trabajaban por las tardes:

-Aquí cuando no trabajamos es por las mañanas. Por las tardes ni venimos.

Igualito, igualito (como decían las viejas del Agamenón que dibujaba el gran Vázquez en la Editorial Bruguera, allá cuando chinijos) que aquí (en Lanzarote) y ahora (año 2008, no hagan rimas fáciles, que es de muy mal gusto). Me jacto de no haber pisado jamás una institución pública ni en broma ni por una apuesta, pero me cuentan continuamente ese mismo cuento los que sí han podido comprobar en primera persona que, por si fuera o fuese poca la total inacción política de las dos principales corporaciones conejeras (a doña Manuela y a don Enrique gracias, otros dos que se ganan el sueldo con el sudor de sus respectivas frentes), se nota la misma dejadez en los funcionarios sin función de ambas instituciones públicas (no digamos ya los simples o simplones enchufados a dedos por los dos partidos del pacto de des-gobierno). Acaso contagiados por la pereza y la pachorra política, unos y otros interpretan casi a diario la cinematográfica escena cantinflera, burlándose así de la misma ciudadanía que les costea sus jugosos sueldos y les garantiza su futuro laboral (y lo de laboral ya queda dicho que es un eufemismo más) para los restos. ¿Crisis? ¿Qué crisis? Ellos no la han notado. ([email protected]).

Cantinflas en el Cabildo
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