miércoles. 24.04.2024

Por Miguel Ángel de León

Se repite todos los años por estas fechas el mismo falso debate o artificial polémica sobre las “dichosas” acampadas playeras (“camping”, según los políglotas o papanatas). Ya tengo asumido que me moriré (y estuve muy cerquita este pasado fin de semana de dejarme el último suspiro sobre la carretera) sin entenderla. Siempre el mismo ceremonial, vamos a llamarlo “informativo”: en vísperas de Semana Santa todos los medios se apuntan a originales y hablan y no paran de lo que la gente va a hacer antes de que la gente ni siquiera haya pensado en hacer nada, y que al final acaba haciendo porque la masa es muy llevadera, como es triste fama.

Tampoco entenderé nunca, por mil y un años que viva, qué hace un conejero del siglo XXI acampando varios días o semanas frente a la playa, disfrutando de las incomodidades de la naturaleza. El que menos tiene aparca dos coches frente a su casa, o dentro, si posee garaje propio, y lo más lejos que puede estar un lanzaroteño en su isla de la playa más cercana son diez o quince kilómetros, a todo meter. O sea, que puede prescindir incluso del coche y ejercer el sano ejercicio de caminar, que era el secreto de la longevidad que un viejo pariente mío, padescanse (hubo un tiempo en el que yo pensaba que Padescanse era un apellido: Fulanito Padescanse, Menganita Padescanse, la pobre), sabía resumir en verso o pareado para todo el que le preguntaba cómo había llegado a cumplir tantos años con tantísima salud: “Poco plato y mucho zapato, cristiano”. Razones. En los continentes, en la Península española y por ahí se puede entender la afición por la acampada playera, pero en una cagadita de mosca geográfica (como la del mapa o “napa” del famoso chiste de Pepe Monagas), tal que Lanzarote, no tiene explicación lógica... salvo la que usted y yo estamos pensando, claro.

Después, una vez superada la Semana Santa dichosa, todos los hipócritas se llevan las manos a la cabeza ante la evidente y apestosa suciedad de las playas o zonas de acampadas, culpa de debasos y hediondos/hediondos domingueros. Si a la masa le dices que hay que colocarse un candado en la oreja o dos boliches en la lengua y la masa -sobre todo chinijos y chinijas poco formados a la altura de la azotea- lo hace, pues carece de criterio propio o personalidad, como su propio nombre indica. Pero de ahí a esperar que se le diga a la masa que quienes la integran se comporten como personas y no como animalitos, y esperar encima que hagan caso, es tanto como pedirle peras al olmo o duraznos a la rama de batatera. Ganas de perder el tiempo, para mi gusto.

La sentencia es tan vieja que aparece incluso en La Biblia, que se escribió coincidiendo en el tiempo con la primera comunión de Sarita Montiel: “El que siembra vientos recoge tempestades”. Que se lo digan si no al juez Parramón o a la concejal pepona de Telde/Terde, Toñi Torrres.

NOTA AL MARGEN (o no tan al margen): Con respecto al artículo “Mujeres tenían que ser...”, publicado aquí mismo el martes de la pasada y pesada Semana Santa, alguien que firma como “Socialista a mucha honra” me manda un correo electrónico para preguntar qué tiene de malo que el PSOE sustituyera la enseñanza del latín, “que es una lengua muerta que hoy no sirve para nada práctico”. Primero, ser del PSOE no significa necesariamente ser socialista. Yo lo soy y nunca he militado en esas ni en otras siglas. No he sacado partido al partido. Y puedo hablar con entera libertad al respecto, sin obediencia debida a nadie. Pero se empieza sustituyendo el latín y se termina llamando -un suponer- “soluciones habitacionales” a los minipisos o infraviviendas, como hacen las ministras de la cuota femenina o la “discriminación positiva”, otro puntapié al habla en sus humildes, por decirlo en canario. No se sabe de nadie que escriba con cierta altura sin tener alguna noción mínima de su lengua madre. Si no hay referencias se pierda la referencia, valga la redundancia. Es de cajón. O se termina incurriendo en el lenguaje políticamente estúpido (correcto, quise decir), que te lleva a disparates del tipo de “ciudadanos y ciudadanas” y demás patadas al idioma sobre las que suele ocuparse habitualmente el académico Arturo Pérez Reverte en la revista semanal de ABC. Siga usted por ahí y acabará hablando -e incluso escribiendo- de socialistas y socialistos, aparte de socio-listos. Avisado queda. ([email protected]).

Campistas campurrios y debasos
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