viernes. 29.03.2024

Por Rafael Luzardo

Ni que decir tiene, que en esto momentos del comienzo del siglo XXI, el mundo está en una fase de “transición”; motivado por el cambio climático, crisis económicas, guerras bélicas, epidemias, nuevas culturas, pobreza y corrupción, motivan cambios importantes en la vida de las personas. La revista Psicología y bienestar publica un interesante artículo sobre estos cambios en los seres humanos. Cuando el viento y las olas cambian de dirección o se agitan hay que ajustar las velas y dar un golpe de timón. Intentar que el barco permanezca igual o no hacer nada para adaptarse a la nueva situación, sólo aumenta la zozobra y el riesgo de naufragar.

Algo similar ocurre en la vida de las personas, cuando se avecinan o producen cambios importantes, según Miriam Rocha Díaz, psicóloga clínica y docente del Instituto Terapéutico de Madrid, ITEMA. “En general cualquier cambio produce incertidumbre porque implica una modificación en las contingencias o circunstancias de nuestro entorno a las que estamos acostumbrados. Y la incertidumbre genera cierto temor, al menos al principio, hasta que volvemos a conocer y a tener control sobre la nueva situación”, explica Rocha”.

Según esa psicóloga especializada en modificación de la conducta, “lo que conocemos nos tranquiliza (al saber cómo debemos actuar), pero lo que se desconoce, inicialmente, resulta amenazante porque puede ser potencialmente negativo, al menos hasta que se demuestre lo contrario”. “Todo cambio nos genera cierto miedo o activación porque nos obliga a adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno. Ese temor puede aumentar si, además, el cambio se vislumbra negativo, pues habrá que prepararse para seguir adelante en circunstancias peores a las precedentes, lo cual supone un coste adicional para la persona: emocional, físico, en calidad de vida, bienestar y seguridad…”, asegura la psicóloga.

“Pero incluso aquellos cambios que consideramos que serán algo beneficioso y deseamos emprender suelen generar ese desasosiego o activación interna pues, aunque sospechamos que el desenlace será positivo, siempre existe ese factor de “riesgo” ante la decisión de dejar algo conocido por algo nuevo, e incertidumbre ante el resultado”, añade la experta de ITEMA. Además –según Rocha- adaptarse a un cambio buscado o sobrevenido siempre cuesta un esfuerzo, que será mayor o menor, dependiendo de diversos factores, como las circunstancias externas a la persona, los recursos de afrontamiento que haya desarrollado y si dispone de apoyos que le ayuden en el proceso de adaptación.

Cambios en nuestras vidas
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