jueves. 28.03.2024

Hace un par de días que ha muerto mi amigo José Antonio Lubary Curbelo, de un infarto fulminante. Pocos tan honrados como él, tan fieles a sus ideas, tan ausente de odios, tan cómodo con su familia, tan amante de una ciudad que tantas veces no merece a sus mejores hijos: el Puerto de la Cruz.

Para todos fue el Camarada: un falangista cabal, al que, para su bien, no le dio tiempo de vivir los odios de la guerra civil, porque era demasiado joven. Concejal tropecientos años. Cuando le nombraron delegado de Cementerios, dijo: “Voy a conseguir un cementerio tan bonito, que dará gusto morirse”.

Con José Luis Pérez Velázquez, paz descanse, y el alcalde Felipe Machado del Hoyo, paz descanse también, creó el Festival de la Canción del Atlántico; y en honor a su esposa, nació Lala, la canción que hizo furor en la época. Con Lubary charlaba yo muchos días, cuando iba a recoger sus puros al estanco de la familia; y me ilustraba la memoria con personajes de otra época: Lorencito Bruno, Isidoro Luz, León Herrera y muchos, muchos generales. Presumía de tener en su poder claves secretas del franquismo y fue tolerante con todo el mundo; no tenía enemigos y le respetaba la izquierda, el centro y la derecha. Porque a las personas buenas hay que respetarlas siempre.

El Puerto de la Cruz le debe mucho, pero no le pagará, porque el Puerto, como buen pueblo marinero y maledicente, no le paga a nadie. Pero no me va a hurtar el derecho a dedicarle estas líneas al camarada Lubary, para que al menos queden en las hemerotecas. Ha muerto un gran portuense, un hombre de bien, un patriota. Un amigo.

Camarada Lubary
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