viernes. 29.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Qué bueno sería que cada uno estuviese en su faena, en la de dignidad como ser humano, y todos en faena, trabajando a tiempo completo por la vida, reciclando sus propios desechos, haciendo caminos como los de Machado, tan andariegos como labriegos. Andar y laborar reavivan el espíritu. Sería una saludable forma de estar en forma, el que toda persona consiguiese armonizar con el camino las andanzas. Realmente me causa pavor el caudal de rascacielos, las torres de Babel que se encienden en Europa, el vocerío institucional de hablar por hablar, porque en la mayoría de las veces ni se dice nada ni nada se hace, y lo que es peor, nadie escucha a nadie. El hombre sigue siendo la mayor computadora teledirigida por el poder de turno, aunque el poder sea malvado. Deberíamos, pues, empezar por saber gobernarnos a nosotros mismos. Qué lastima que esto no se enseñe en la escuela.

La faena en el mundo no puede ser más bochornosa. De guerra en guerra vamos. La de género es el parte diario. Encima gana terreno el desorden, debido a que la irresponsabilidad ha tomado posiciones ventajosas. Jueces que pasan de hacer justicia. Médicos que parecen haberse consagrado a la cultura de la muerte y no a la de la vida. Hay quien cree, aspirando incluso a que la sociedad piense así, que es legítimo destruir la vida humana en sus primeros o últimos estadios. La leonera está que arde. Escolares que declaran la armada invencible a sus maestros. Luego ves que se atizan puñaladas en cualquier esquina, a diestro y siniestro. Observas después que la clase política, si esa que concurre a la formación y manifestación de la voluntad popular, se ha desvirtuado totalmente y que se quedan tan panchos tutelándose unos a otros. Atrás han quedado los firmes principios morales, las políticas de Estado, la verdad como cartera de todo ministerio. Ya no digamos el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, eso ni se pronuncie, que es agua bendita de curas.

En vista de lo visto creo que tenemos lo que nos merecemos, la irresponsabilidad como norma en el diario del mundo, el desorden como seguridad social, la desprotección a la salud como derecho y deber, la desgana como trabajo y la ociosidad como catarsis. ¿No hay esperanza? Si, siempre. Hay que volver a edificar el mundo. Primer pulso: al desorden hay que ponerle orden. Segundo pulso: a la fuerza hay que ponerle diálogo. Tercer pulso: la responsabilidad al poder. Cuarto pulso: hacer valer los valores de la estética. Cuadrado perfecto para que en el mundo se forme un corazón humano. ¿De qué depende? De que cada uno en su faena enmiende lo enmendable y la responsabilidad obtenga cartera ministerial como conciencia crítica.

Cada uno en su faena
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