sábado. 20.04.2024

Por Juan Jesús Bermúdez Ferrer

En el abrazo del oso, el abrazado tiene pocas opciones. Sabe que si se resiste a ser abrazado, el plantígrado procederá a devorarlo. Si accede al abrazo, el oso podría terminar estrangulándolo, tal es la fuerza del animal. En el bajo coste y la opción de los destinos turísticos, nos encontramos ante el mismo fenómeno. El destino turístico contempla cómo se incorporan al bajo coste sus competidores, dado el crecimiento de la oferta turística. No hay que olvidar que la demanda se ha incrementado, pero sustancialmente sigue centrada en el mismo segmento de población de clase media, media - baja centroeuropea, al que se le han añadido cohortes de nuevos ricos, aunque sospechamos de frugal presencia en el mercado turístico, dado que su riqueza se ha generado a partir de un precario modelo de desarrollo basado, como en Canarias, en sectores de la economía del ocio y el bloque - ladrillo. Entonces, como decimos, el destino turístico en cuestión - en este caso, el canario de turismo de masas -, ante el problema de competencia, abraza al oso del bajo costo, intentando no ser devorado por la mayor competitividad ­- básicamente a través de la mayor cercanía al destino emisor, los bajos costes salariales y de explotación, y el carácter novísimo de sus infraestructuras - . No se plantea Canarias no acceder al bajo coste: no tiene más remedio, porque así son las reglas de la competitividad; pero, acto seguido, una vez comienza el despliegue del todo incluido y el low cost, el abrazo de esta fórmula de eficiente ahorro de costes para el turista, puede estrangular el destino, arruinando su viabilidad, una viabilidad que, no obstante, ya se encuentra cuestionada por otros tantos factores.

El oso del bajo coste está empezando a abrazar Canarias, en una lógica tendencia de optimización del gasto por parte de la ciudadanía europea. No hay que olvidar que la fracción de gasto destinada al ocio turístico es de una gran volatilidad, de reciente incorporación a los presupuestos familiares, y susceptible de variar ante cualquier alteración que requiera restricciones, cambios en las pautas de gasto y ahorro, etc. El turismo de masas se multiplica especialmente, en el mundo y en Canarias, a partir de los años ochenta, tras la segunda crisis petrolera y económica motivada, entre otros fenómenos, por la guerra entre Irán e Irak. Ese periodo de abundancia energética y relativa paz geoestratégica está dando paso a una era de creciente escasez energética, gran inestabilidad financiera y reapertura de las tensiones por los recursos, especialmente de combustibles fósiles, lo que está rearmando al mundo. Entramos en un periodo histórico esencialmente distinto al que vio nacer la actual configuración socioeconómica y turística insular.

En ese escenario, el bajo coste supone a un tiempo la culminación y comienzo del declive del gasto turístico por parte de la población europea. Se han llegado a mover ingentes cantidades de personas, y se intentará seguir haciéndolo, pero para ello se ha precisado recurrir a colocar al gasto turístico en la peligrosa- para el destino turístico - y reducida parcela del mínimo presupuesto. Para poder mantener el crecimiento, santo y seña del actual modelo económico, se ha procedido a desvestir de gastos al cheque turístico familiar. Entre esta estrategia y el dejar de viajar hay un pequeño paso, que es un abismo para las economías especializadas en el turismo. Es muy dudoso - y, de hecho, ya estamos viendo este fenómeno - que quien ha llegado a pagar menos, quiera pagar más por sustancialmente lo mismo: soy y playa. La cantinela de la diversificación y calidad turística nunca ha demostrado su efectividad real cuando hablamos de millones de turistas. Cada vez más visitantes en las islas están pagando menos por trasladarse a las islas. Sin embargo, suben las hipotecas, los costes del transporte aéreo, los gastos del segmento de alimentación, electricidad, agua, etc. para esos turistas. Para colmo, las expectativas de crecimiento económico en muchas zonas emisoras de turistas son sombrías. Es imposible olvidar que el cenit y declive del petróleo es muy probable que genere tensiones socioeconómicas importantes, unido al fin de la era del crédido fácil, reduciendo la disponibilidad a viajar por motivos de ocio, de forma creciente. Menos energía es igual a menos turismo.

Se han agotado las capacidades de crecimiento del turismo en Canarias, ya que este fenómeno depende de un recurso no renovable - especialmente el petróleo - cada vez más inaccesible. Por lo tanto, lo que viviremos es su declive histórico como fenómeno de fácil traslado de cientos de millones de personas. El turismo, en nuestro entorno, es la lógica primera víctima de la desglobalización progresiva que sufrirá una civilización con creciente escasez de recursos disponibles. Esas sociedades dedicarán más esfuerzos a garantizarse su sustento energético - económico que a hacer ocio. Hoy, esas sociedades ya están empezando a usar el bajo coste para mantener su rutina de privilegiados turistas internacionales, mientras abrazan economías del mundo que se multiplicaron creyendo en la eterna abundancia material, y obviaron la finitud de la aventura del ocio transcontinental. Pero el creciente alto coste del mantenimiento de la misma estructura socioinstitucional de los países ricos les hará reducir incluso, en un complejo proceso lleno de variables, esa disposición a viajar lejos pagando poco. Nuestro difícil dilema de “abrazados por el oso del bajo coste” requiere de algo más que de recetas de la era de la plétora económica. Como se atribuye a Albert Einstein, no pretendamos resolver un problema con los mismos esquemas mentales que los ha creado.

Bajo coste y el abrazo del oso
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