martes. 23.04.2024

Escribí hace ya más años de los que me gustaría, en esta y en otras tribunas, que el futuro de Juan Ramírez era necesariamente carcelario. Eso está registrado en las hemerotecas incluso desde antes de que se iniciaran contra el ex alcalde de Haría y ex senador socialista por Lanzarote distintos juicios. Pero no tiene mucho mérito hacer vaticinios amargos sobre la engolfada clase política conejera, aunque conviene recordar que en el caso de Ramírez Montero hablamos del mismo político que hizo varias campañas electorales bajo un único lema: “Regenerar la vida política lanzaroteña”. ¿No fumas, inglés? Siempre habla el que más tiene que le digan, y “Don Juan” –como se llama él a sí mismo, con un par- se retrataba cada vez que abría la boca para repetir aquella mentira. Y fue lo cierto que regenerando, regenerando, llegó hasta la cárcel de Tahíche, donde acaba de ingresar esta misma semana “vestido de bonito”, como se decía en la mili cuando cambiábamos la ropa de faena por la de figurín.

Le han caído al figura tres años y seis meses de cárcel por una condena que previsiblemente no será la última, puesto que anda envuelto en otras graves denuncias. Tanta militancia distinta y distante, tanto cambio de chaqueta (del PSOE a Coalición Canaria, de Asamblea Conejera al CCN, con amagos de ingresar incluso en el PP que por aquel entonces presidía Loly Luzardo) para terminar cambiando hasta de municipio: de Haría a Teguise, donde se acaba de empadronar en su calidad de nuevo vecino a tiempo completo de Tahíche.

No, no hay que hacer leña del árbol caído, ni siquiera si el árbol estaba podrido y empezaba a representar un peligro para la vecindad. El Cielo nos libre de caer en tamaña tentación, tan humana, tan profundamente periodística. Pero tampoco hablamos a toro pasado o por una concreta sentencia judicial. Hoy hago aquí el mismo retrato que llevo haciendo hace ya lustros sobre este personaje de la política-degradación. Me reitero en el aviso sobre este mismo Juan Ramírez sobre el que he escrito siempre que no ha sabido, no ha querido o no ha podido disimular nunca su único proyecto político: él mismo. Si para eso había que pasar por todo el arco ideológico, él se pasaba la ideología por el otro arco del triunfo, como ya queda dicho. La culpa nunca fue suya, sino de quienes recibían con los brazos abiertos tamaño fichaje.

Como es triste fama, Juan Ramírez pertenece al torpísimo club de los que hacen constante ostentación de su riqueza, adquirida casi toda ella coincidiendo con su ejercicio en los cargos públicos. Y, aparte de hablar de sí mismo en tercera persona y de blasonar títulos que no poseía (como el de letrado, un suponer), se jactaba incluso de lo que llamaba “mi equipo de abogados” cada vez que amenazaba o le amenazaban a él con los tribunales de Justicia. Otra prueba del ufano mal estilo y la falta de clase del nuevo rico.

Una vez encarcelado, tampoco hay que negarle los méritos que también ha atesorado el ex alcalde que salió rico del Ayuntamiento más pobre de la isla. En él se encarna a la perfección el político que mejor se trabajaba la manipulación de los más viejos del lugar, hasta tal punto que en Haría, durante el Ramirato, se hizo popular la frase “Los viejos, de viaje”. Luego lo rentabilizaba o amortizaba en las campanudas campañas electorales de allá cuando atábamos los perros con ristras de chorizo de Chacón, cuando se encargaba de llenar guaguas y más guaguas de viejos para hacer de relleno en mítines, garbanzadas y por ahí seguidito. Una vez viajados y comidos, a los cientos de ancianos se les atontaba al modo y se les lavaba el cerebro para que acudieran a votar como autómatas, muy de mañanita, el domingo electoral a las siglas en las que estuviera o estuviese militando esa temporada Ramírez Montero, el verdadero inventor, o al menos el mejor continuador, de la política-excursión.

Y tanto viaje para acabar en Tahíche y sin guaguas repletas de viejillos que lo acompañen esta vez hasta su última morada de presidiario. Ah, pero no estará solo J.R. en la cárcel. Va a estar rodeado de muchas de sus amistades peligrosas, e incluso de su gran maestro, de quien siempre se sintió rendido admirador y seguidor. Dios los cría… ([email protected]).

Auge y caída de Juan Ramírez
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