jueves. 18.04.2024
No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan. Jean Paul Sartre.

Análisis Literario.

Mario Crespi

Dentro de las diferentes categorías de lectores me considero un lector obsesivo. Por dos motivos, no puedo parar de leer y cuando encuentro un autor que me atrae lo exprimo hasta la ultima letra. Así me ha pasado con Stephen King, Isaac Asimov, Wilbur Smith, Arthur Clark, Jean Marie Auel, Gosciny/Uderzo y muchos otros que no seguiré nombrando para no fastidiarlos y que me abandonen. Cada uno de ellos tiene una característica diferente, como una marca registrada, que mantienen en casi todas sus novelas. Mensajes, obsesiones, maneras de describir y muchas otras formas de trasmitir sus ideas y atraer a sus fans. Stephen King es tan minuciosos en sus descripciones que las hace casi visuales; Wilbur Smith nos introduce en sus aventuras de una manera que uno participa; Gosciny y Uderzo transformaron sus comics humorísticos en una pintura de la vida real. Dentro de la literatura española también tengo mis preferidos: Alberto Vázquez Figueroa y Arturo Pérez-Reverte. Leer de esta manera tiene la ventaja de poder conocer a un escritor más íntimamente que cuando leemos una sola de sus novelas y que normalmente ha sido la que tuvo éxito. Es como la mujer de uno, en la convivencia se descubren las virtudes y los defectos. Todo escritor evoluciona y madura, como Carlos Ruiz Safón desde sus novelas juveniles como “El Palacio de la Medianoche” hasta su éxito con “La sombra del Viento”. También sufren de falta de inspiración y por consiguiente escriben alguna mala novela. Pero eso no es motivo de abandono. Considero que para poder tener una idea clara sobre si un escritor nos gusta o no hay que leer más de una obra suya. Y no escribo esto para que salgan corriendo a comprar, sino para orientarlos que esa es mi función. El tema literario también tiene su parte oscura. Muchos libros han sido escritos por encargo. Memorias, biografías e historias personales. Algunos autores de éxito han llegado a esbozar temas para que otro los escriba, o por lo menos así se sospecha. Pero no condenemos y dediquemos nuestro tiempo libre a leer.

Rincón de la Poesía

La distancia y el olvido

recorren el mismo camino.

Los recuerdos que se apagan,

los amores que se acaban.

Es el pago que uno hace

por buscar otros destinos,

destinos que hemos vívido

no pensando que sean castigo.

Mirando hacia lo lejos

sin importar que me vea viejo,

pues la aventura no tiene

equilibrio, y menos edad,

y sí la búsqueda de libertad.

Y así sin pensar

vemos la vida pasar,

tan movida, tan cambiante,

tan llena de interrogantes.

Y es a la puesta del sol

que uno ve que es ya su ocaso,

y se comienza a preguntar

que fue de tanta gente

que solo está en su mente,

ya que los que se quedan

de todo y de uno se olvidan,

pues era solo un loco

que de la vida tomaba tan poco.

He descubierto que una novela no tiene porque tener trama. Y así lo demuestra Ramón Buenaventura que en “El último negro” hace de “negro”, que a la postre es hacer todo el esfuerzo de escribir para otro. Para un millonario que quiere escribir una mala novela sobre su vida. Un excelente ejercicio de escritura si me permiten llamarlo así (y no creo que nadie me lo impida). Lleno de frases ingeniosas y pensamientos casi profundos. Tan profundos como el sexo, que en esta “mala” novela se vuelve casi obsesivo. Es descrito en sus mínimos detalles, pero como lo hubiera hecho un forense, fríamente. Nos hace descubrir algo interesante, no todas las novelas han sido escritas por su autor.

Ramón Vuenaventura. Tánger 1940. Profesor universitario, poeta, novelista, traductor. Premios Villa de Madrid, Quiñones. Autor de El año que viene en Tánger, El corazón antiguo, La memoria de los peces.

Una terrorista anti-terrorista parece un absurdo, pero Vázquez-Figueroa arma con esa premisa una trama que nos deja sin aliento. Una niña pierde a su padre adoptivo a quien ama en un absurdo ataque terrorista. Su vida posterior se centra en su odio y la venganza. No mide nada. Mata sin escrúpulos. Solo la mueve su odio y el recuerdo frustrante de lo que podía haber sido su vida si no la hubieran cercenado de manera tan cruel. Vázquez-Figueroa se juega en un alegato contra el terrorismo que tendría que ser la bandera en alto de todo el mundo. Hoy en día vemos que el temor rige los pensamientos de más de uno.

Alberto Vázquez-Figueroa. Tenerife 1936. Con un año es exiliado con su familia a África y pasó su niñez en el Sahara. Submarinista, periodista, inventor. Escribe su primera novela con 14 años y desde ahí no ha parado de escribir. Más de 60 títulos y más de 20 millones de copias.

La investigación es un tema que Pérez-Reverte maneja con soltura y eficiencia, y su amor a los libros no nos deja ninguna duda. ¿Puede ser un libro el móvil de un crimen? Lucas Corso, mercenario de la bibliofilia, cazador de libros por cuenta ajena, recibe un doble encargo de sus clientes: autentificar un manuscrito de Los tres mosqueteros y descifrar el enigma de un extraño libro, quemado en 1667 con su impresor. Corso nos arrastra a una peligrosa búsqueda que nos llevara de los archivos del Santo Oficio a los libros condenados, de las polvorientas librerías de viejo a las más selectas bibliotecas de los coleccionistas internacionales. No tiene desperdicio.

Arturo Pérez-Reverte. Cartagena 1951. Reportero de guerra, fundador de la revista Defensa, viajero, bibliófilo, navegante. Publica su primer libro en 1986 y a partir de 1994 abandona el periodismo y se dedica a escribir. Autor de La reina del Sur, La tabla de Flandes.

Análisis Literario.
Comentarios