miércoles. 24.04.2024

Cuando se muera Franco, si es que se muere alguna vez, los actuales Príncipes, don Juan Carlos y doña Sofía, se convertirán en Reyes de España, como por arte de magia.

-¿Eso quiere decir entonces que Franco es ahora el Rey? -pregunta alguien.

-No, Franco es mucho más que un rey. Es un Generalísimo, un Caudillo por la gracia de Dios...

-Pues vaya gracia la suya, como dice mi abuelo, que estuvo en la guerra contra ese dictador.

Mañana llegan a Lanzarote los Príncipes, cerrando así la gira (no se sabe exactamente si política o turística) por Canarias. A la mayoría de nosotros maldita la gracia que nos hace ir a verlos, incluso aunque nos ahorremos del bolichazo ir al colegio, pero entre maestros y padres nos “convencen”. Y en Arrecife terminamos todos al día siguiente, aguantando durante horas un calor que raja las piedras, justo debajo del balcón del Ayuntamiento de Arrecife, por donde se supone que entrarán y saldrán don Juan Carlos, doña Sofía, las chinijas de ambos y toda la corte de adulones locales, con nuestro maestro de matemáticas a la cabeza, que pierden el culo y algo más por saludar fugazmente a tan “principales personalidades”, como las llaman todos los días en el Tele-Canarias de la mejor y única televisión que hay en España.

-También viene el Principito...

-¿Y ese quién es?

-El chinijo pequeño del Príncipe, totorota...

-Ah, no sabía.

A lo lejos se oye, lejano aún, el ruido de las hélices de los tres helicópteros, que acaba trocándose en estruendo cuando se acercan hasta la explanada del Castillo de San Gabriel, donde van aterrizando uno detrás del otro.

-El último es el del Príncipe, y lo pilota él mismo...

-Ay, Néstor, eres un bobato. Te crees todas las mentiras que cuentan en la tele...

-Ten cuidado con lo que dices, malcriado, que la policía lo escucha todo, y dice mi padre que te pueden meter en la cárcel por decir esas cosas.

No se sabe cómo, pero los Príncipes ya se han encaramado en el balcón del Ayuntamiento sin que nadie los haya visto entrar. Juan Carlos lee un discurso que, casualmente, se parece mucho, mucho, mucho al que leyó ayer mismito en Fuerteventura. Y después aparecen unos tipos muy altos, vestidos de negro, que nos apartan de la puerta, por donde salen, al ratito, los Príncipes, que reciben un aplauso casi ensordecedor. Mientras don Juan Carlos saluda por la derecha, doña Sofía se viene hacia la izquierda, donde estamos nosotros, y le estampa, sin previo aviso ni anestesia local, dos sonoros besos en las mejillas al anonadado Néstor, que se queda blanco y casi sin respiración.

-Ahora sales esta noche en el Tele-Canarias. Y te pondrán en el NO-DO en todos los cines de España. Ya no te vas a lavar la cara más nunca...

-¿Y cuándo se ha lavado Néstor la cara, carajo?

NOTA AL MARGEN: Agradezco doblemente a la lectora de La Graciosa el testimonio que colgó en la edición digital de este periódico con respecto a mi columna “Graciosa sin gracia”. Teniendo en cuenta las llamaditas, mensajes de móvil y correos electrónicos que recibí, donde se me decía de todo menos batatero, empezaba a dudar de mi propia vista y a creer que soy el único al que ya no le hace gracia La Graciosa. Junto con los hijos no deseados, la evidencia debe ser una de las cosas que más nos cuesta reconocer a los humanos. ([email protected]).

Allá cuando chinijos (III)
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