jueves. 25.04.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Desde el inicio de esta legislatura la palabra más usada a nivel político ha sido la de “Crisis”. Los analistas políticos han consumido buena parte de sus energías en criticar al Presidente del Gobierno, acusándole de no atreverse a usar la susodicha palabra. Los ataques que Zapatero ha soportado al respecto han sido furibundos. Que si ocultó la crisis, incluso con pactos soterrados con algunas grandes constructoras, para que no aflorase en la campaña electoral. Que se ha servido de determinadas palabras como “desaceleración” o “situación compleja” en lugar de crisis. Ya está aquí la crisis esperada y además Zapatero ya usa la deseada palabra sin remilgos. Tengo la impresión de que desde determinados y desinteresados medios de comunicación el advenimiento de la crisis la esperaban como agua de mayo.

Ahora los dardos van, no tienen otra opción, en otra dirección. Algunos llegan al extremo de responsabilizar a Zapatero de la crisis. Oyendo a algunos da la impresión de que la crisis la ha traído bajo el brazo Zapatero, cual si estuviera dotado de un poder taumatúrgico. Crisis económicas las ha habido siempre en el sistema capitalista, en el que es fácil observar la existencia de períodos en los que los negocios marchan a satisfacción de todos y se ofrecen empleos nuevos, contrapuestos a otros en los que muchas empresas sufren pérdidas y se ven obligadas a cerrar o a reducir su plantilla. Si utilizásemos como indicador la tasa de crecimiento del producto nacional, por ejemplo, podríamos observar períodos de algunos años en los que esa tasa es positiva y superior, digamos, al 3%, seguidos por otros en los que la tasa de crecimiento es más baja e incluso llega a ser negativa. Se suelen distinguir en cada ciclo cuatro fases, expansión, cima, recesión y fondo. Por ende, entraba en la lógica del sistema económico vigente que pudiera llegar una recesión. Zapatero no ha inventado nada. Lo que puede resultar novedoso es como acaba de señalar hace unos días el vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes, que la actual es “la crisis más compleja que nunca hemos vivido”.

Para entender lo que está ocurriendo, no viene mal el hacer un poco de historia, tal como lo acaba de escribir Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros: El origen del final del ciclo expansivo se engendró en parte dentro de nuestras fronteras. Desde hace 4 0 5 años se dieron unos tipos de interés reales negativos, una rápida revalorización de los activos financieros e inmobiliarios y una política fiscal magnánima, por lo que el consumo y la inversión se dispararon muy por encima de las rentas generadas, dando lugar a un enorme déficit frente al resto del mundo y a una sobreproducción de viviendas, que sobrepasaba los límites de lo razonable.

En este contexto, para cualquier gobierno era muy complicado introducir algún tipo de trabas para frenar la locomotora de la construcción, que estaba produciendo crecimiento económico, generación de empleo, e incremento de cotizaciones a la Seguridad Social. De haberlo hecho hubiera sido acusado de intervencionismo trasnochado. Al mercado no se le podía poner traba alguna. Además muchos hemos participado en la creación de esta burbuja inmobiliaria: constructoras, inmobiliarias, entidades financieras, gobierno y particulares. Se extendió por doquier en buena parte de la población española la cultura del enriquecimiento fácil a través del ladrillo. Llegó a calar de tal manera, que aquel que no lo hiciera era calificado como bobo. Este era el país de Jauja. Aquí todos teníamos derecho a hacernos ricos sin trabajo alguno. Unos con la recalificación de los terrenos; otros, comprando viviendas en construcción para venderlas pocos meses después con extraordinarias ganancias Tampoco debemos olvidar los casos de corrupción de algunos políticos, que a pesar de estar incursos en ella, luego fueron refrendados en las urnas por el electorado, lo que merecería un estudio a parte. El pueblo español de 1936, estaría menos preparado que el de 2007, pero tenía un sentido de la ética muy claro. Alejando Lerroux, incurso por la corrupción del estraperlo, en las elecciones de 1936 que dieron el triunfo al Frente Popular, fue barrido del panorama político, tal como escribió recientemente en un artículo el historiador Julián Casanova. Circunstancia que nos debería servir de reflexión a muchos españoles.

Además se ha producido un efecto colateral, tal como han señalado recientemente Mariano Guindal y Mar Díaz-Varela. La disponibilidad del dinero fácil y barato incitó a que algunos dirigentes de las constructoras se endeudaran, tratando de diversificar su negocio, ante el temor del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Por ello, Sacyr Vallehermoso compró el 20% de Repsol y Acciona el 25% de Endesa. ACS entró en Fenosa y posteriormente en su rival Iberdrola. En esta jugada tuvo mucho que ver el equipo del Banco Santander. El banco financiaba la inversión, como aval era suficiente con las acciones adquiridas y los intereses del crédito se pagaban con los dividendos que repartieran las energéticas. Lo que no estaba previsto en el guión era que si las acciones bajaban del precio pactado habría que provisionar las minusvalías y en la mayor parte de los casos se ponían como aval las propias acciones de las constructoras. Durante los dos o tres primeros años todo funcionó como una máquina perfecta. Algunos de estos dirigentes de las constructoras se convirtieron en paradigma del espíritu emprendedor, fueron jaleados por los medios de comunicación, por lo que tuvieron vía libre a presidir algunos clubes de 1º División.

Mas, todo se fue al traste por las hipotecas-basura, las subprime, por cierto estos activos financieros se crearon en los Estados Unidos, y que fueron el desencadenante de la crisis financiera internacional. No viene mal extenderse en este tema. La ingeniería financiera ha proporcionado una década dorada imaginando nuevas formas de endosar y comercializar el riesgo de las hipotecas de alto riesgo (subprime), para distribuirlo mediante los CDO (collateralized debt obligation) entre un mayor número de inversores, algunos especializados y otros incautos. Un crédito hipotecario «subprime» o de alto riesgo, se podría decir que son aquellos que se conceden a una persona sin pedirle garantías ni avales, es decir, sin cumplir los estándares mínimos de calidad crediticia. El prestatario tiene unas condiciones fuera de lo que una entidad bancaria normal aceptaría, ya sea porque no tiene una estabilidad laboral o porque cuentan con unos ingresos mínimos sin poseer siquiera una nómina. Además cuentan con una tasa de interés más alta de la habitual ofrecida por el banco o entidad financiera y un límite más bajo de préstamo. Los CDO han sido el último ejemplo de innovación financiera, aplaudida en su día, como paradigma del ingenio moderno del sistema bancario, pero que al final se ha convertido en una mercancía averiada, podrida y que ha contaminado todo el mercado financiero. El negocio de los CDO era el siguiente. La clave estaba en convertir esa deuda mala (subprime) en un nuevo producto financiero bien presentado y en ocasiones mezclado con otro tipo de deuda de mayor calidad. Fue así como surgieron los CDO. Del resto se hacían cargo las agencias de calificación de deuda, que asignaron ratings razonables y hedge funds (inversores y bancos) los han comprado con entusiasmo. El experto de la agencia de calificación de riesgos Fitch, Thomas von Luepke, explicó que todo se debió a problemas en "la calidad de la gestión del riesgo” y que "cuando estás acostumbrado a que haga sol cada día, empiezas a dejarte el paraguas en casa". Así en USA se produjo una doble burbuja, la primera vinculada al mercado inmobiliario y la segunda al crédito. El sector de la vivienda creó una gran actividad económica y empleos en su entorno, y ahora se ha revertido el proceso. Los precios de la vivienda cayeron a un ritmo que no se veía desde los años de la Gran Depresión de 1929. Los datos hoy hablan por sí solos y la realidad desagradable ha asomado para muchas familias norteamericanas, que aprovecharon los bajos tipos de interés para intentar comprar una casa. Hoy no se sabe cuántos norteamericanos propietarios han perdido sus casas, al no poder soportar las nuevas condiciones impuestas por los bancos. Bastantes las han vendido y con el producto de la venta, se pagan el alquiler. La explosión de la primera burbuja inmobiliaria se unió a la del crédito por lo que quedaron también atrapados los grandes bancos extranjeros, atraídos en años pasados por los productos financieros estadounidenses. El fuerte impacto de la crisis en los mercados financieros alemanes, se debió, según algunos analistas, a que los bancos se vieron obligados a invertir en negocios arriesgados, dada la baja rentabilidad de sus operaciones en el país. Entre las entidades alemanas afectadas por la crisis están el banco alemán IKB y el Commerzbank. Ello explica que la crisis en EE UU haya salpicado a Europa y Asia. Para evitar la lógica crisis de liquidez de muchas entidades financieras, han tenido que intervenir coordinadamente los Bancos Centrales de las principales economías industriales (Unión Europea, Estados Unidos, Japón, y Australia), en un hecho sin precedentes desde la caída de las Torres. Esta crisis, comparable a la asiática de hace una década, es un ejemplo contundente de la doctrina neoliberal, que supone el fundamentalismo del mercado libre antes que el idealismo democrático, y que es ahora la fuerza conductora de la política y la economía en la mayor parte del mundo, y que su ideología de mercado está conducida no sólo por los beneficios, sino que además es acompañada por la extraordinaria habilidad de reproducirse con tal éxito que, parafraseando a Fred Jameson, es más fácil imaginar el fin del mundo que del capitalismo neoliberal. Los defensores acérrimos del neoliberalismo, como el gran Von Hayek(1899-1992), que en su libro Camino de servidumbre(1944), no tuvo empacho alguno en decir esto: Es la sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado lo que en el pasado hizo posible el desarrollo de una civilización, que sin ello no hubiera podido desarrollarse; es por medio de esta sumisión que participamos cotidianamente en la construcción de algo más grande de lo que podemos llegar a comprender plenamente., son los que reclaman ahora el intervencionismo de los Bancos Centrales. Toda una paradoja.

Como consecuencia de la crisis de las subprime es que el dinero se retiró y el dinero fácil ha desaparecido para siempre. Esto significa que el precio del dinero se ha disparado. A la crisis financiera que ha llegado a España hay que sumar el fuerte aumento del precio energético y el crac inmobiliario, lo que ha provocado el derrumbe de la bolsa. Las energéticas españolas han acumulado pérdidas en lo que va de año del 25% y las constructoras, de más del 30%. Los constructores, además, cometieron un error de manual. Todos se financiaron a corto, que era más barato que a largo plazo. El resultado es que antes de fin de año vence un tercio de la deuda asumida. Si no hubiera habido restricciones crediticias, la renovación habría sido automática. Pero las cosas han cambiado y bancos y cajas quieren cobrar porque necesitan liquidez para hacer frente al vencimiento de su propia deuda. No hay dinero para refinanciarse y cuando lo encuentran es muy caro. Las seis grandes que cotizan ACS, FCC, Acciona, Ferrovial, Sacyr y OHL acumulan una deuda de 94.821 millones (datos al cierre del primer trimestre), lo que significa tres veces más de lo que valen en bolsa, que en conjunto sube a 35.000 millones, según los precios de cierre del viernes. Su patrimonio neto se limita a 27.000 millones.

Siguiendo ahora a Angel Laborda: El pinchazo de la burbuja inmobiliaria inevitable hacía presumir que llegaría un ajuste, muy parecido a un aterrizaje suave, dado que estábamos protegidos por el paraguas de euro, una diferencia esencial con 1992-93. Pero las cosas se complicaron enormemente al desencadenarse las crisis financiera y de las materias primas, alimentos y petróleo incluidos. La primera ha tocado seriamente al sistema bancario, reduciendo la financiación a familias y empresas. Éstas, durante un cierto tiempo, pueden aguantar a base de los recursos generados por las mismas, pero la crisis está durando demasiado. Ante la falta de financiación, el consumo de bienes duraderos y la inversión se están viniendo abajo y muchas empresas empiezan a suspender pagos. El problema es que la crisis financiera parece que va para largo. Por si fuera poco, otro shock ha venido a reducir la capacidad de gasto de las familias y empresas: la inflación provocada por la escalada de precios de las materias primas. Como conclusión de todo lo expuesto parece que nos estamos metiendo en una recesión intensa, cuya salida está muy complicada.

Esto es a grandes rasgos lo que ha ocurrido. Como acabamos de mostrar las causas del desencadenamiento de esta crisis son en buena parte exógenas. ¿Hay alguien que sepa tratar una crisis que no ha creado, que no es interna y que es universal? Nadie. Un Gobierno puede tomar algunas medidas, aunque debe tener muy claro que el mal es más profundo, y que sólo pueden ser de acompañamiento. Puede intentar parchear, pero es que hay muy poco margen para el parcheo. Cierto que comenzamos la crisis en buen momento, pues la economía era fuerte, pero ya no lo es, y lo será menos, según los datos recientes.

Se le ha acusado también al Gobierno de indolencia y pasividad al no tomar medidas ante el desarrollo de la crisis. Se podrá estar en desacuerdo en cuanto a su efectividad, pero haberlas las ha habido. Con rapidez se tomaron una batería de decisiones por parte del Gobierno en un intento de controlar la crisis. Por lo que parece no han surtido efecto. Puede que el Gobierno no fuera consciente de la hondura y calado de la crisis. Ni la devolución de los 400 euros del Impuesto sobre la Renta en un intento de insuflar más liquidez al mercado, ni la supresión del impuesto sobre el patrimonio, ni la congelación de los sueldos de los altos cargos, ni la habilitación de créditos hasta 40.000 millones de euros, del Instituto de Crédito Oficial (ICO) para las pequeñas y medianas empresas, ni el recorte en la oferta de empleo público en un 70%, ni la adaptación de la formación profesional al mercado laboral, ni el fomento de la obra pública y la rehabilitación de viviendas o la privatización de los aeropuertos gestionados por AENA han sido percibidas por la opinión pública como suficientes cuando quiebran inmobiliarias como Martinsa Fadesa o cuando el Fondo Monetario Internacional hace los peores pronósticos para la economía española, la que corre más peligro de todas las de la zona euro.

Ahora el Gobierno tampoco escurre el bulto ni esconde la gravedad de la situación. Tras la reciente reunión de la Ejecutiva Federal del PSOE se ha constatado que por primera vez en tres años, el Estado ha registrado déficit presupuestario. Hasta junio, el Estado necesitó 4.683 millones de euros para financiar sus actuaciones, lo que supone el 0,42% del PIB. Según el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Carlos Ocaña, es "posible y probable que el ejercicio arroje un déficit de décimas sobre el PIB para la administración central".Hasta ahora, la previsión de Gobierno era de un superávit del 0,3% del PIB para la administración central. A finales de este mes, Economía revisará sus previsiones de crecimiento y de cierre presupuestario para el ejercicio. La reducción en los ingresos por IVA y el Impuesto sobre Sociedades son los principales causantes de la merma de ingresos y, en consecuencia, del déficit presupuestario.

Además, como acaba de informar el Gobierno, después de la reunión de Zapatero con el líder del PP, Mariano Rajoy, el jefe del Ejecutivo recibirá próximamente a los portavoces de CiU, PNV, IU-ERC-ICV y a los de los partidos que integran el grupo mixto: el BNG, Coalición Canaria, Nafarroa Bai y Unión, Progreso y Democracia. Entre otros asuntos, Zapatero tiene intención de abordar la situación económica. Parece clara por todos estos movimientos que la crisis es de enjundia.

Hay que seguir tomando medidas. Así lo acaba de afirmar Zapatero en el acto celebrado para recordar los 100 primeros días de legislatura. Ha dicho que no se van a producir recortes sociales. Además, ha cifrado en "60.000 millones" el dinero que el Gobierno "movilizará entre 2008 y 2010, y las medidas de apoyo a las familias se sitúan en los 10.000 millones". A continuación ha dicho que "algunas de esas medidas ya han entrado en vigor".Ha criticado la "reducción del gasto público propuesta" por el presidente del PP, Mariano Rajoy. De los dos Gobiernos del PP ha recordado sus "decretazos y el recorte de prestaciones sociales". "Ya sabemos contra quienes chocan sus planes, contra los que menos tienen”. Lo que ha dicho me parece realmente importante, en plena coherencia con un gobierno de izquierdas. Es decir, que hay que volcarse con todos sus recursos en los más necesitados. No en flexibilizaciones o recortes como pide la derecha. La diferencia parece clara.

Entiendo que todos los acontecimientos descritos en las líneas precedentes, son un claro ejemplo de cómo la política está subordinada a la economía. Lo que significa que el designio de millones de hombres lo ha decidido una reducida elite financiera, que sólo se mueve por intereses estrictamente económicos. Mas la economía debería estar al servicio del ser humano, no a la inversa.

Algunas reflexiones sobre la crisis
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