viernes. 29.03.2024

Por Miguel Ángel de León

El que avisa no es traidor sino avisador. Y aquí mismito lo avisábamos, el pasado viernes, en la columna impresa o digital que apareció bajo el título “San Bartolomé de la Hoz”. Reproduzco a continuación parte del aviso, si los pacientes lectores me permiten y perdonan por esta vez la autocita: “Los batateros nacidos, criados y soleados en San Bartolomé no van a perder mucho tiempo este domingo, 24 de septiembre, ante la urna para votar a favor, en contra, o ni lo uno ni lo otro, de añadir al nombre del municipio el ya sobado topónimo Ajei”.

Dicho y hecho. Apenas un 10% del electorado potencial se retrató ante la única urna, y de ese mínimo porcentaje la mayoría votó en contra de la ociosa ocurrencia. Mal de males para el grupo de gobierno, si lo hubiera o hubiese, que también va de mal en peor. ¿Y eso cómo lo adiviné, si ni siquiera soy zahorí (sajorín, como decimos por aquí abajo)? Pues porque soy de San Bartolomé, a mucha honra, y me precio de conocer algo a mis convecinos, al contrario que los políticos que nos malgobiernan y los asesores de la nada de aquéllos, con sus encuestas encargadas a la carta y al gusto del consumidor, que les dicen lo que ellos mismos quieren oír: “La mayor parte de la población está a favor de la adición del topónimo Ajei”, dicen que decían los sondeos y los sociólogos amigotes, a quienes Dios conserve la vista porque están hecho unos linces. Total, que se vio otra vez que no hay peor mentira que una encuesta, por más y por mucho que sigan teniendo una fe ciega en la sociometría los políticos y los periodistas poco respetuosos con su audiencia.

A pesar de la vara y la tabarra política, mediática o mediocre, el falso plebiscito no convenció a una plebe compuesta por personas con problemas reales, ajena a los problemas ficticios o inventados por un nacionalismo siempre ávido de etnomanía y de crear agravios comparativos, esta vez con la excusa del otro San Bartolomé de Tirajana (a mí no me han vuelto a desviar cartas hacia el sureño y turístico municipio grancanario desde que inventaron lo del código postal, a pesar de que Correos es muy capaz de tamaña proeza y otras peores, como es triste fama).

Sonora y sonada bofetada sin manos la que, por activa o por pasiva (léase: votando o pasando de perder el tiempo en boberías bobas), le acaba de dar el ninguneado pueblo de San Bartolomé (de Ajei, sí, y de lo que le echen) a los mismos gobernantes (es un decir) que han puesto su nombre a los pies de los caballos, entre tanta trapisonda e interminables y esperpénticos episodios de política-degradación escenificados en sesión continua desde hace ya lustros. Prueba evidente, palmaria, de que la encumbrada clase dirigente va por un lado y la ciudadanía que la sufraga y sufre está/estamos a otra cosa, por si alguien albergaba alguna duda a estas alturas de la Liga.

La consulta popular les ha devuelto el tiro por la culata a los que no acaban de diferenciar entre necesidades palpables y evidentes (mil y una en el céntrico municipio que ombliguea a Lanzarote; doy fe vecinal) y los meros caprichos partidistas o ideológicos. El referéndum con trampa ha atrapado en sus redes a sus propios convocantes. Se lo han ganado a pulso. Qué poco conocen los políticos de las necesidades reales de la misma población que les mantiene y para la que dicen trabajar. Qué poco saben sus asesores de la nada del alma batatera, que haberla hayla.

También lo constatábamos aquí el pasado viernes, por boca del cansado pero socarrón batatero octogenario, aunque me faltó espacio para incluir una de sus frases, aparentemente tan elementales como sabias:

-¿De qué me vale a mí, caracho, que mañana tengamos Ajei si seguimos sin guaguas en el pueblo para bajar al Puerto? Váyanse a la gran puñeta con tanta pazguatada.

Se dijo. No se hable más. ([email protected])

Ajei: ajo y agua
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