jueves. 28.03.2024

Por Andrés Pallarés

NO ES PRECISO trasladarnos en el tiempo a épocas pretéritas para poder emplear el calificativo de "aguas de colonia" referido al mar que nos circunda, que nos une y nos desune, dentro de la circunscripción marina disparatada y carente de la más elemental lógica y concepto del derecho internacional que nos envuelve. No hay que hablar, pues, de carabelas de la conquista, de razias protagonizadas por la Corona de Castilla, de aborígenes masacrados y llevados indignamente a los mercados esclavistas españoles; ni hay que hablar de historias conocidas de la barbarie de expediciones piratas y corsarias argelinas o berberiscas, ni de los intentos fallidos que se fueron sucediendo protagonizados por flotas europeas, inglesas, holandesas, etc. No, hay que hablar prácticamente del presente casi inmediato, de esos largos pero relativamente recientes años en que Canarias ha reclamado, ha exigido, una clara definición de sus aguas territoriales, tropezando con un muro lastimoso de incomprensión, de abuso y de manifiesta burla.

Desde que España, posiblemente la potencia colonial más torpe de la historia moderna y contemporánea, permitió la anexión, por la fuerza, del Sahara Occidental por parte del Reino de Marruecos, Canarias perdió totalmente la sólida protección de este territorio despojado en un acto inaudito de cobardía. El entonces máximo responsable militar del Sahara Occidental, el general Gómez de Salazar, se dice que inmediatamente vaticinó el futuro de nuestras islas manifestando: "El Sahara era la espalda de Canarias; al perderlo, las Islas se han quedado con el culo al aire". Todo ello sin considerar la pérdida de la enorme riqueza pesquera que se nos robó, de la gran cantidad de empresas canarias y puestos consiguientes de trabajo que se perdieron definitivamente mientras los anexionistas marroquíes, apoyados por el entreguismo español, siguen manteniendo el paripé de un proceso de descolonización en las Naciones Unidas que lleva treinta y cinco años dando palos de ciego, mientras el Reino Alauita consolida su ilegal ocupación empleando métodos represivos ante la impasibilidad del propio comité de descolonización del que forma parte España.

Numerosos personajes y organizaciones canarias han intentado a lo largo de todos estos años requerir, y hasta exigir, del Gobierno español que se fije con carácter de urgencia la delimitación de las aguas territoriales canarias y la fijación de una línea mediana que separe claramente nuestro Archipiélago de las cercanas costas africanas (pertenecientes a Marruecos y al Sahara Occidental o República Saharahui). Tales intentos han sido en vano, han tropezado con un muro de presuntos impedimentos legales que apenas disimulan la burla y el abandono a que estamos sometidos. La respuesta española -hasta el momento actual- ha sido perogrullesca. Se agarra a la convención internacional de Montego Bay, que fija las delimitaciones de aguas territoriales de cada lugar geográfico, señalando en el caso que nos ocupa que un Archipiélago de Estado (caso de Canarias para ellos) no tiene derecho a aguas territoriales propias y que solamente pueden optar a ese derecho los Estados Archipielágicos, caso de Cabo Verde sin ir más lejos.

En consecuencia, para Canarias hacen un auténtico ejercicio de prestidigitación, que imaginamos que ustedes habrán contemplado en gráficos, donde un conjunto de disparatadas y jeroglíficas líneas pretenden arbitrariamente demostrar que con ese conjunto arbitrario de líneas, que ellos llaman de base, perimetrales y un montón de disparates más, nuestras Islas no solamente no tienen derecho a aguas territoriales propias, sino que incluso por en medio de las islas existen "canales" de aguas internacionales que cualquier buque de cualquier país, incluso con cargas presuntamente peligrosas, pueden circular libremente. Para entendernos mejor, es como si usted tiene una casa propia y el resto de los ciudadanos vecinos pueden entrar por la puerta principal y salir por la de atrás, como Pedro por su casa. Pero es que la cosa no para ahí, por lo visto no tenemos derecho a la preceptiva línea mediana con la costa africana. Se rumorea que es debido a la oposición de Marruecos, país al que España tiene un canguelo tremendo por el apoyo internacional, especialmente de Estados Unidos y Francia, y a las grandes instalaciones comerciales españolas establecidas a lo largo y ancho del territorio alauita. ¡Otra sangrienta burla más que supone que las aguas territoriales de las 200 millas marroquíes pasan por encina de Canarias, y que el usufructo de las riquezas mineras de la plataforma atlántica sean de la exclusiva propiedad y explotación de Marruecos!

Por si esto fuera poco surge la última gran burla: las autoridades españolas anunciaron recientemente que se le concedían a Canarias doscientas millas, pero en dirección Oeste. ¡Encima que nos tienen sometidos nos toman el pelo!... Y ahora entérense del mayor de los desafueros: mientras a Canarias los abusadores de turno del Gobierno español aplican a rajatabla las disposiciones emanadas de la convención de Montego Bay, la nación vecina de Portugal hace años que se pasó por el "arco del triunfo" las tales disposiciones y reconoció para sus archipiélagos atlánticos de Madeira y Azores el derecho a las doscientas millas marinas, con la mediana correspondiente si fuera preciso, siendo como Canarias archipiélagos de Estado. ¿Cómo puede entenderse y traducirse eso de que Portugal beneficie claramente a sus territorios de ultramar y, sin embargo, España siga en su posición cicatera y burlona con respecto a Canarias?

Para nosotros no tiene más que una explicación plausible, y es que nuestras islas, aunque sus aguas no estén perfumadas ni sean ni mucho menos afortunadas, son claramente "aguas de colonia", de colonia incluso barata. Y a las pruebas nos remitimos.

Agua de colonia
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