viernes. 19.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Para la Unión Europea, para el Gobierno español, sólo será una estadística. Para Marruecos, ni siquiera una estadística. Para el resto de África, nada, porque allí la vida no vale ni un céntimo. Han muerto veinte niños en el mar. Cuando lleguen las elecciones, López Aguilar se volverá a retratar con los jefecillos del país africano de turno para decir que se ha llegado a un acuerdo para detener las pateras. Y la vieja De la Vega irá a saludar al jefe barrigón de la tribu, vestida de Coronel Tapioca . Si el alma pesa 21 gramos, hay que multiplicar, para que salga la cuenta, 20 muertos por 21 gramos de seres humanos. Creo que aún se me escapan varias almas, las de la madre encinta de ocho meses y la de su hijo que no llegó a nacer y las de otros cuatro o cinco o seis adultos más. El Parlamento Europeo no tomará ninguna decisión; al fin y al cabo, hay muchos niños en el mundo, y, además, estos son moros. Qué tristeza. Europa sigue despanzurrada a pasteles, pero África se muere de hambre. Y, además, son tan desgraciados sus habitantes que no saben nadar. El Gobierno de España nos hace creer que existe un SIVE, un servicio de detección de pateras que no ha funcionado nunca. Primero, porque el SIVE no trinca a nadie; segundo, porque no encuentran guardias civiles capaces de manejar el sistema. Manda huevos.

2.- Una pátina de silencio se extiende sobre estos muertos. Ya estaban muertos en su país, antes de salir, pero buscaban la vida. Sin darse cuenta de que Canarias no les puede ofrecer vida. No cabemos. No tenemos trabajo. No tenemos sanidad suficiente. No existen recursos para ser la despensa de África. Esta región está empobrecida y también se ahoga, pero en tierra. No existen recursos para repartir, porque los canarios tenemos que ser los primeros. Lo dijo hasta Jesucristo: "La caridad bien entendida empieza por uno mismo".

3.- Han muerto 20 niños, una mujer encinta y cuatro o cinco adultos más en las aguas cálidas de Teguise, junto a turistas y surferos. Nadie llorará por ellos. Ocuparán oscuros nichos anónimos de un cementerio lanzaroteño. Mañana dejarán de aparecer en las primeras páginas de los periódicos y en los resúmenes de los telediarios. Pasado mañana, los políticos se volverán a fotografiar con los jefes de la tribu, en medio de un montón de flashes de fotógrafos del régimen. Todos aplaudirán. El político entregará la dádiva a los jefes de los vigilantes negros de la playa. Pero ellos volverán a vender sus pasajes de pateras a precio de oro. ¿Destino?: la muerte. Vaya mierda, ¿no?

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20 niños muertos
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